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.—Sí, lo siento.He quedado dentro de un rato y, si no me voy ya, no llegaré.La chica mete el lápiz en el estuche y lo cierra.Mario la observa desilusionado.No ha sido precisamente lo que esperaba.La "cita" de sus sueños, finalmente, se ha convertido en una tarde de estudio a tres.Además, Diana le ha absorbido la mayor parte del tiempo.—Bueno, pues si te tienes que ir, seguimos mañana.¿Puedes quedar?—Vale.Por mí, perfecto.Necesito que me expliques algunas cosas todavía.—Bien.Mañana a la misma hora.—A las cinco estaré puntual aquí.Paula se pone el jersey y se cuelga la mochila a la espalda.Mario resopla y amontona, unos sobre otros, unos folios llenos de todo tipo de operaciones para ordenarlos.Fin de la clase.Entonces Diana tose.—Eh… ¿Y yo qué? ¿No cuento? —pregunta, mirando fijamente, primero a Paula y luego a Mario.Está seria.Enfadada.—Claro que cuentas, tonta —le dice Paula, que se abraza a ella e intenta darle un beso.Diana aparta la cara, pero cede ante la insistencia de su amiga.—Sé que soy un estorbo, pero me gustaría al menos terminar lo que he empezado.—No eres ningún estorbo.Además, puedes quedarte aquí un rato más.Así adelantarás trabajo.Es temprano todavía.—Pero…Mario no sabe qué decir.Abre los ojos mucho.Muchísimo.No solo no va a estar a solas con Paula sino que además tendrá que hacer de profesor particular de Diana.—Vamos, chicos.Que yo me vaya no quiere decir que se acabe la clase.Podéis seguir sin mí.Tú explícale todo bien y tú no seas tan negativa, ¿eh?—Bueno, yo… —Diana tartamudea.Ambos se quedan sin palabras.En silencio.Paula sonríe y da una palmadita en la espalda a su amiga.Luego sonríe a Mario, se despide y sale por la puerta canturreando.Ella ya ha hecho su trabajo.Ahora le toca a esos dos culminarlo a solas.Está segura de que algo interesante pasará en esa habitación.En ese mismo momento, esa tarde de marzo, en otro lugar de la ciudad.Todos observan a Irene cuando se levanta del asiento.¡Menuda vista! Pero hoy la chica tiene prisa.Recoge rápido sus cosas y sale de la clase.Sonríe a los que se encuentra a su paso, pero no se detiene con ninguno.Ha quedado, y no con un chico, como todos hubiesen imaginado.Tiene un plan.Quizá no le salga bien, pero ella siempre acierta con lo que hace.No duda, nunca mira hacia atrás.Y lucha con todas sus armas por el objetivo que se marca.No va a ser menos esta vez.Quiere a Alex y lo va a conseguir.Para ello necesita quitarse de en medio a esa chica, a esa tal Paula.Y con esa firme decisión, confiando en sí misma, como en otras muchas ocasiones, va a reunirse con el presunto amor de su hermanastro.Sonriente, maliciosa, repleta de odio hacia una adversaria que ni tan siquiera conoce, sube al coche y repasa en su mente todo lo que va a hacer.Esa misma tarde de marzo, en otro lugar de la ciudad.Alex toca una nota a destiempo.No es habitual.Su saxofón es como una extensión de sus propias manos.Nunca falla.¿Qué le ocurre?Deja el instrumento acostado en una silla y da cinco minutos de descanso a sus ancianos alumnos.—Hey, ¿qué te ha pasado? —pregunta el señor Mendizábal, que camina hasta él.—No me ha pasado nada —miente, intentando restar importancia a su error—.¿Por qué lo dice?—Es la primera vez, en todo el tiempo que llevas dándonos clase, que te equivocas.—Bueno, alguna vez tenía que ser la primera.El viejo lo mira detenidamente a los ojos.—A ti te pasa algo —asegura Agustín.—Que no me pasa nada.Simplemente ha sido un fallo Suele ocurrir.—No a ti.Eres perfecto con ese cacharro en las manos.—No llame cacharro al saxo —protesta Alex, que no quiere seguir con aquella conversación.—Vale, vale.No me lo quieres contar.—No es eso, Agustín.Es que no me pasa nada.El señor Mendizábal se encoge de hombros y renuncia a seguir por ese camino.—Bueno, si tú lo dices, te creeré.Pero yo no estoy tan seguro.El hombre vuelve a mirarlo.No le engaña.Su expresión indica que a aquel muchacho le ocurre algo.Tiene la cabeza en otra parte.Pero no va a insistir.Chasquea los dientes y regresa con sus compañeros.Álex contempla cómo se aleja.Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo…, y es verdad.Agustín Mendizábal lleva razón en sus suposiciones.No puede dejar de pensar en Paula.Incluso con el saxofón entre las manos, que es su principal fuente de desahogo no se olvida de ella.Hacía mucho que no le sucedía algo parecido.Pasan los cinco minutos de descanso.Alex toma aire, intenta concentrarse.Decidido, coge con fuerza el saxo y se sitúa frente a toda la clase, ante esos señores, la mayoría de ellos jubilados, que le tienen como a un joven ídolo, su maestro.El chico busca una partitura dentro de la carpeta donde las guarda.Elige uno de sus temas favoritos: Forever in love, interpretada por Kenny G.Lo ha tocado tantas y tantas veces… Trata de evadirse en la música, olvidarse, y sin embargo aquello tampoco da resultado.El recuerdo de Paula sigue estando en cada una de sus notas.Esa misma tarde de marzo, en otro punto de la ciudad.Regresa.Katia sonríe cuando Ángel aparece con una bandeja en la que lleva dos tazas de café.Para ella con leche, él lo toma cortado.Mientras esperaba al periodista ha dado vueltas por el salón.Que ordenado está todo.No es un sitio majestuoso, pero posee encanto, el mismo que tiene Ángel.Está nerviosa.La última vez que estuvieron a solas, lo besó.El chico no se dio cuenta porque dormía, pero para Katia significó mucho.¿De qué hablarán? Casi le tiemblan las piernas.Ángel espera a que la cantante se siente.Elige el lado izquierdo de un sillón para tres.Entonces él ocupa el derecho, dejando un espacio entre los dos.Coge la taza con el café con leche y se la entrega.Luego le pasa el azucarero.Dos cucharadas.Él se echa otras dos.Cruza las piernas.Por fin están tranquilos.Es el momento.—Katia, tengo que hablarte de una cosa muy importante.Capítulo 70Esa misma tarde de marzo, en otro lugar de la ciudad.—Y ahora despeja la x.—¿Qué?—Si lo hemos hecho ya mil veces… Despeja la x.—¿Cuál de ellas?Mario suspira, le arrebata a Diana el lápiz y rodea con un círculo la x a la que se refiere.—Esta.—Ah, vale.No es tan complicado, entonces.—No, no lo es.—Pues haberlo dicho antes, hombre.—Uff.El chico resopla ostentosamente.—¿Qué pasa? —dice la chica, muy seria y alejándose un poco de él—.¿Te agobio, no?—Es que llevamos toda la tarde con esto.—Ya.Estás harto de mí.—De ti, no.De esta parte, sí.—Ah.Muy bien, muy bien.Comprendido.Diana se pone de pie y comienza a meter sus cosas en la mochila.—¿Qué haces?—Me voy.¿No es eso lo que quieres?—Bueno…—Tranquilo, tranquilo
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