[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.¿Qué ocurrió?Poirot se lo explicó.Greta Ohlsson se indignó y su moño de cabellos pajizos tembló de emoción.—¡Parece mentira que haya en el mundo tales monstruos! ¡Pobre madre! ¡Cómo la compadezco desde el fondo de mi corazón!La amable sueca se retiró con el rostro arrebolado y los ojos empañados por las lágrimas.Poirot escribía afanosamente en una hoja de papel.—¿Qué escribe usted ahí, amigo mío? —preguntó monsieur Bouc.—Mon cher, tengo la costumbre de ser muy ordenado.Estoy haciendo una pequeña lista cronológica de los acontecimientos.Acabó de escribir y pasó el papel a monsieur Bouc.Decía así:9.15 — Sale el tren de Belgrado.9.40 — (aproximadamente) El criado deja a Ratchett, preparada ya la bebida sedante.10.00 — (aproximadamente) Greta Ohlsson ve a Ratchett (la última persona que lo vio vivo).N.B.Estaba despierto, leyendo un libro.10 — El tren sale de Vincovci.(Con retraso).30 — El tren tropieza con una gran tormenta de nieve.37 — Suena el timbre de Ratchett.El encargado acude.Ratchett dice: «No es nada.Me he equivocado».1.17 — (aproximadamente) Mistress Hubbard cree que hay un hombre en su cabina.Llama al encargado.Monsieur Bouc hizo un gesto de aprobación.—Está clarísimo —dijo.—¿No hay ahí nada que le llame a usted la atención por extraño?—No, todo me parece perfectamente normal.Es evidente que el crimen se cometió a la una y cuarto.El detalle del reloj nos lo dice, y la declaración de mistress Hubbard lo confirma.Voy a aventurar una opinión sobre la identidad del asesino.A mí no me cabe duda de que es el individuo italiano.Viene de Estados Unidos…, de Chicago…, y recuerde que el cuchillo es arma italiana y que apuñaló a su víctima varias veces.—Es cierto.—No hay duda, ésa es la solución del misterio.Él y Ratchett actuaron juntos en el asunto del secuestro.Cassetti es un nombre italiano.En cierto modo, Ratchett traicionó a las dos partes.El italiano le siguió la pista, le escribió cartas amenazadoras y finalmente se vengó de él de un modo brutal.Todo es muy sencillo.Poirot movió la cabeza pensativo.—Pues yo estoy convencido de que es la verdad —dijo monsieur Bouc, cada vez más entusiasmado con su hipótesis.—¿Y qué me dice usted del criado con dolor de muelas, que jura que el italiano no abandonó el compartimiento?—Ése es un punto difícil.—Sí, y el más desconcertante.Desgraciadamente para su teoría y afortunadamente para nuestro amigo el italiano, el criado de mister Ratchett tuvo aquella noche un fortuito dolor de muelas.—Todo se explicará —dijo monsieur Bouc con ingenua certidumbre.VI.Declaración de la princesa rusa—Oigamos lo que Pierre Michel tiene que decirnos acerca de este botón —dijo.Fue vuelto a llamar el encargado del coche cama.Al entrar miró interrogativamente.Monsieur Bouc se aclaró la garganta.—Michel —dijo—, aquí tenemos un botón de su chaqueta.Lo encontramos en el compartimiento de la dama norteamericana.¿Qué explicación puede usted darnos?La mano del encargado se dirigió automáticamente a su chaqueta.—No he perdido ningún botón, señor —contestó—.Debe tratarse de alguna equivocación.—Eso es muy extraño.—No es culpa mía.El hombre parecía asombrado, pero en modo alguno confuso o atemorizado.—Debido a las circunstancias en que fue encontrado —dijo monsieur Bouc significativamente—, parece casi seguro que este botón fue dejado caer por el hombre que estuvo en el compartimiento de mistress Hubbard la última noche, cuando la señora tocó el timbre.—Pero, señor, si no había nadie allí.La señora debió imaginárselo.—No se lo imaginó, Michel.El asesino de mister Ratchett pasó por allí… y dejó caer este botón.Como el significado de las palabras de monsieur Bouc estaba ahora bien claro, Pierre Michel cayó en un violento estado de agitación.—¡No es cierto, señor, no es cierto! —clamó—.¡Me está usted acusando del crimen! Soy inocente.Soy absolutamente inocente.¿Por qué iba yo a matar a un hombre a quien nunca había visto?—¿Dónde estaba usted cuando mistress Hubbard llamó?—Ya se lo dije, señor; en el coche inmediato, hablando con mi compañero.—Mandaremos a buscarlo.—Hágalo, señor, se lo suplico, hágalo.Fue llamado el encargado del coche contiguo, y confirmó inmediatamente la declaración de Pierre Michel.Añadió que el encargado del coche de Bucarest había estado también allí.Los tres habían estado hablando de la situación creada por la nieve.Llevaban charlando unos diez minutos cuando a Michel le pareció oír un timbre.AI abrir las puertas que ponían en comunicación los coches, lo oyeron todos claramente.Sonaba un timbre insistentemente.Michel se apresuró entonces a acudir a la llamada.—Ya ve usted, señor, que no soy culpable —dijo Michel, con un suspiro.—Y este botón de la chaqueta de un empleado, ¿cómo lo explica usted?—No me lo explico, señor.Es un misterio para mí; todos mis botones están intactos.Los otros dos encargados declararon también que no habían perdido ningún botón, así como que ninguno de ellos había estado en el compartimiento de mistress Hubbard.—Tranquilícese, Michel —dijo monsieur Bouc—.Y recuerde el momento en que corrió usted a contestar a la llamada de mistress Hubbard.¿No encontró usted a nadie en el pasillo?—No, señor.—¿Vio usted a alguien alejarse por el pasillo en la otra dirección?—No, señor.—Es extraño —murmuró monsieur Bouc.—No tan extraño —dijo Poirot—.Es cuestión de tiempo.Mistress Hubbard se despierta y ve que hay alguien en su cabina.Durante uno o dos minutos permanece paralizada, con los ojos cerrados.Probablemente fue entonces cuando el hombre se deslizó al pasillo.Luego empezó a tocar el timbre.Pero el encargado no acudió inmediatamente.Oyó el timbre a la tercera o cuarta llamada.Yo diría que hubo tiempo suficiente para…—¿Para qué? ¿Para qué, mon cher? Recuerde que todo el tren estaba rodeado de grandes montones de nieve.—Había dos caminos abiertos para nuestro misterioso asesino —dijo Poirot lentamente—.Pudo retirarse por uno de los lavabos o pudo desaparecer por una de las cabinas.—¡Pero si estaban todas ocupadas!—¡Ya lo sé!—¿Quiere usted decir que pudo retirarse a su propia cabina?Poirot asintió.—Así se explica todo —murmuró monsieur Bouc—.Durante aquellos diez minutos de ausencia del encargado, el asesino sale de su compartimiento, entra en el de Ratchett, comete el crimen, cierra y encadena la puerta por dentro, sale por la cabina de mistress Hubbard y se encuentra a salvo en su cabina en el momento en que acude el encargado.—No es tan sencillo como todo eso, amigo mío —murmuró Poirot—.Nuestro amigo el doctor se lo dirá a usted.Monsieur Bouc indicó con un gesto a los tres encargados que podían retirarse.—Tenemos todavía que interrogar a ocho pasajeros —dijo Poirot—.Cinco de primera clase: la princesa Dragomiroff, el conde y la condesa Andrenyi, el coronel Arbuthnot y mister Hardman.Y tres viajeros de segunda clase: miss Debenham, Antonio Foscarelli y la doncella fraulein Schmidt.—¿A quién verá usted primero? ¿Al italiano?—¡Qué empeñado está usted con su italiano! No, empezaremos por la copa del árbol [ Pobierz całość w formacie PDF ]