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.Me complació volver a verle.Nash Penfield, su tutor, también estaba presente, vestido con un traje impecable de espiga.Era un hombre que parecÃa haber nacido para calmar a los demás, aunque por algún misterioso motivo no lograba calmar a Jasmine.Se detuvo junto a la butaca de Tommy, con aire perplejo, contemplando a Jasmine con profunda preocupación y mirándome a mà al tiempo que asentÃa respetuosamente con la cabeza.La Gran Ramona, la abuela de Jasmine, estaba sentada junto al sofá con cara de pocos amigos, vestida con un sombrÃo traje de gabardina color vino en el que llevaba prendido un broche de brillantes bajo su hombro derecho.Se habÃa cepillado el pelo y lo llevaba recogido en un artÃstico moño en la nuca; lucÃa medias y unos elegantes zapatos negros.—Calla, mujer —le dijo la Gran Ramona a Jasmine—, estás llamando la atención.¡Siéntate bien y deja de balbucear como una estúpida!Detrás de ellas estaban dos de los hombres del cobertizo, vestidos aún con sus monos de trabajo.Uno de ellos era el jovial Alien, un hombre de cara redonda y pelo blanco.No conocÃa el nombre del otro.Mentira, sà lo conocÃa.Se llamaba Joel.Nadie dijo nada después de la bronca que la Gran Ramona le habÃa echado a Jasmine.Antes de que yo pudiera empezar a escrutar las mentes de los presentes, Quinn entró en la habitación, y Mona, la arpÃa vestida de lentejuelas, atravesó el vestÃbulo como un haz plateado de luz y entró en el dormitorio de tÃa Queen, el único que estaba en la planta baja.La presencia y el aspecto de Mona despertó la curiosidad y el asombro de la concurrencia, pero nadie consiguió verla detalladamente.¡Insolente mocosa!El que importaba aquà era Quinn.Se sentó frente a mà junto a la gigantesca puerta que daba al vestÃbulo.Su caracterÃstica inocencia, lentamente, a medida que Quinn iba observando a los presentes, fue adquiriendo un aire señorial de control.Cuando Cyndy, la enfermera, entró luciendo el uniforme blanco almidonado que tan bien le sentaba, aunque con aire lloroso y compungido, Quinn se puso en pie rápidamente.Cyndy se sentó alejada de nosotros, junto al piano.Al cabo de unos momentos apareció el sheriff un ser humano fornido y jovial al que yo habÃa conocido la noche que murió tÃa Queen, seguido por una persona que identifiqué enseguida como Grady Breen, el abogado de la familia, un hombre entrado en años, de porte digno, embutido en un terno de mil rayas, y al que Quinn me habÃa descrito cuando me relató la historia de su vida,—Vaya, esto parece serio —dije en voz baja.Jasmine no dejaba de temblar abrazada a mà —No me dejes, Lestat —dijo—.No me abandones.No sabes lo que me persigue.—Tesoro, mientras estés conmigo nadie te hará ningún daño —susurré.La acaricié con ternura intentando evitar que se percatara de que mi cuerpo parece un trozo de mármol —Levántate de las rodillas de ese hombre, Jasmine —murmuró la Gran Ramona—, y compórtate como el ama de llaves que eres.¡Lo único que hace que la gente consiga contenerse es su dignidad!Jasmine no la obedeció.Los dos caballeros que habÃan acudido allà para prestar sus servicios profesionales ocuparon unas sillas en la sombra, cerca de Cyndy, la enfermera, como si no quisieran invadir el cÃrculo familiar.La barriga del sheriff colgaba por encima de su cinturón, cargado de armas y un busca que no cesaba de emitir sonidos ininteligibles y que el sheriff silenció con chocante violencia.Jasmine me rodeo los hombros con el brazo izquierdo y se apretujó contra mà como si temiera que la dejara, cosa que no pensaba hacer.Le acaricié la espalda y la besé en la cabe— za.Era una personita deliciosa.TenÃa sus largas y sedosas piernas apoyadas en el sofá.El hecho de que Quinn le hubiera hecho el amor en cier ta ocasión y hubieran engendrado juntos al pequeño Jerome, ocupaba un lugar preponderante en mi calenturienta mente semihumana, semivampÃrica.Opino que los encantos de las personas no deberÃan echarse nunca a perder, ni acarrear con secuencias nefastas para el mundo mortal.—Me arrepiento de haber sido tan cruel con ella —dijo Jasmine—.Nunca me dejará tranquila
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