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.El personal cambiaba a menudo debido a la Dispersión y al traslado de gente a nuevas responsabilidades, todo ello de acuerdo con la sutil consciencia Bene Gesserit.Pero las tareas y los lugares para ellas permanecÃan.Mientras avanzaban rápidamente de una zona a la siguiente, Odrade habló de la Dispersión de la Hermandad, sin intentar ocultar su desánimo ante la «familia atómica» en que se habÃan convertido.—¡Espacio vital! No más lÃmites, nunca más.¡Traslada tus muebles a ese enorme espacio abierto, humanidad! Arréglalo como tú quieras.—Entonces, ¿por qué las Honoradas Matres acuden a quitarnos nuestros lugares? —quiso saber Tam.La pregunta era casi una súplica.¿Cómo, por favor, amueblarÃas tu universo si fueras una Honorada Matre? Las Honoradas Matres llevaban un «mobiliario» desconocido en sus mentes.—Encuentro difÃcil contemplar a la humanidad esparciéndose por un universo ilimitado —dijo Tam—.Las posibilidades…—Es un juego de números infinitos.—Odrade dio un paso más largo para salvar un bordillo roto—.Eso tendrÃa que ser reparado.Hemos estado jugando al juego del infinito desde que aprendimos a saltar por los Pliegues espaciales.No habÃa la menor alegrÃa en Bellonda.—¡No es ningún juego!Odrade podÃa apreciar los sentimientos de Bellonda.Nunca hemos visto el espacio vacÃo.Siempre más galaxias.Tam tiene razón.Es intimidante cuando enfocas tu atención a esa Senda de Oro.Los recuerdos de exploraciones daban a la Hermandad una base estadÃstica, pero poco más que eso.Tantos planetas habitables en un conglomerado en particular y, además de ésos, un esperado número adicional que podÃan ser terraformados.—¿Qué es lo que está evolucionando ahà afuera? —preguntó Tamalane.Una pregunta a la que no podÃan responder.Pregunta lo que puede producir el Infinito, y la única respuesta posible es: «Nada».Cualquier bien, cualquier mal; cualquier bien, cualquier mal.—¿Y si las Honoradas Matres están huyendo de algo? —preguntó Odrade—.¿No es una interesante posibilidad?—Esas especulaciones son inútiles —murmuró Bellonda—.Ni siquiera sabemos si los Pliegues del espacio nos introducen a un universo o a muchos… o a un número infinito de burbujas que se expanden y se colapsan.—¿Acaso el Tirano comprendió eso algo mejor que nosotras? —preguntó Tamalane.Hicieron una pausa mientras Odrade miraba en una habitación donde cinco acólitas Adelantadas y una Censora estudiaban una proyección de los almacenamientos regionales de melange.El cristal que contenÃa la información creaba una intrincada danza en el proyector, saltando en su rayo como una pelota en una fuente.Odrade observó el resumen y se volvió antes de fruncir el ceño.Tam y Bell no vieron la expresión de Odrade.Tenemos que empezar a limitar el acceso a los datos de la melange.Son demasiado deprimentes para la moral.¡Administración! Todo recaÃa sobre la Madre Superiora.Delega demasiado a la misma gente, y caerás en la burocracia.Odrade sabÃa que dependÃa demasiado de su sentido interno de la administración.Un sistema frecuentemente probado y revisado, utilizando la automatización solamente allá donde era esencial.«La maquinaria», lo llamaban.Cuando se convertÃan en Reverendas Madres, todas ellas poseÃan alguna sensibilidad a «la maquinaria», y tendÃan a utilizarla sin hacer preguntas.Ahà residÃa el peligro.Odrade presionaba para constantes mejoras (incluso pequeñas) a fin de introducir cambios en sus actividades.¡Al azar! Sin ningún esquema en absoluto que otros pudieran descubrir y utilizar contra ellas.Era posible que una sola persona no apreciara tales cambios en el transcurso de una vida, pero las diferencias al final de largos perÃodos de tiempo eran a buen seguro mensurables.El grupo de Odrade descendió al nivel del suelo y penetró en la principal arteria de Central.«La VÃa», la llamaban las Hermanas.Y algunas la completaban, como queriendo hacer un inconcreto chiste particular: «La VÃa Bene Gesserit».La VÃa enlazaba la plaza contigua a la torre de Odrade con los arrabales del sur de la zona urbana… —recta como el rayo de una pistola láser, casi doce kilómetros de edificios altos y bajos.Los bajos tenÃan todos algo en común: habÃan sido edificados con la suficiente solidez como para ser expandidos hacÃa arriba.Odrade hizo señales a un transporte abierto con asientos vacÃos, y las tres se apiñaron en un espacio donde pudieran seguir hablando.Las fachadas de La VÃa tenÃan un atractivo pasado de moda, pensó Odrade.Edificios como aquellos, con sus altas ventanas rectangulares de aislante plaz, habÃan enmarcado las «VÃas» Bene Gesserit a lo largo de buena parte de la historia de la Hermandad.En el centro habÃa una larga hilera de olmos genéticamente controlados a fin de que presentaran un perfil alto y estrecho.Los pájaros anidaban en ellos, y la mañana resplandecÃa con aleteantes puntos rojos y anaranjados… oropéndolas, tanagras.¿Es un esquema peligroso para nosotras el preferir este ambiente familiar?Odrade les hizo bajar del transporte en Senda Torcida, pensando en la forma en que el humor Bene Gesserit se desplegaba en todos esos curiosos nombres.Haciendo broma con las calles.Senda Torcida se llamaba asà debido a que los cimientos de uno de sus edificios habÃan cedido ligeramente, dando a aquella estructura una apariencia curiosamente beoda.Era el único miembro del grupo que se salÃa de la lÃnea.Como la Madre Superiora.Sólo que ellas aún no lo saben.Su OÃdo-C zumbó cuando llegaron al Callejón de la Torre.—¿Madre Superiora? —Era Streggi.Sin dejar de caminar, Odrade dio la señal de que estaba en lÃnea—.Pedisteis un informe sobre Murbella
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