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.—Mirad —dijo ésta acercándose al mapamundi y pinchando las dos fotos en las partes con agujeros—.La dama del primer cuadro miraba hacia su derecha y la inscripción del medallón no correspondÃa con nada, pero la del segundo está mirando hacia su izquierda y los sÃmbolos del medallón son idénticos a los de la losa de piedra hallada en el pozo de la isla de Oak.¿Qué tenemos? —instó haciéndose a un lado para que se pudiera ver el conjunto.El mapamundi mostraba a las dos damas mirándose a los ojos, una portando un medallón cuyos signos habÃan sido descubiertos en una losa que tapaba un pozo en Nueva Escocia de procedencia, contenido y profundidad desconocidos.La otra dama estaba colocada sobre Irlanda y su mensaje estaba aún sin descifrar, pero todo apuntaba a que habÃa algo allÃ, en las inmediaciones del asilo Webster, en la isla de Innishshark.—Espléndido —exclamó Fabio y se acercó para dar un espontáneo abrazo a Julia—.Bravo, Giulia.Julia trató de controlar el orgullo inexplicable que la embargaba.SentÃa una sensación de liberación, de estar saliendo por fin del túnel en el que habÃa estado metida, de dejar por un instante de ser la presa.Basia seguÃa mirando el mapamundi en silencio, como tratando de descifrar el secreto de las damas y los enigmáticos mensajes.—Lamberti, registra la galerÃa —ordenó al cabo de un instante, mientras volvÃa a conectar el transmisor de la maleta—, todavÃa no sabemos qué está pasando, y estoy convencida de que la pintora sà lo sabÃa.Obviamente, nuestro psiquiatra Grosshinger también trató de averiguarlo.Hay que encontrar algo más, algo que nos ponga sobre la pista definitiva de los sellos que mencionan en las cartas, algo que nos dé un motivo para presentarnos en Irlanda.Fabio desapareció de nuevo escalera abajo y Basia volvió a enfrascarse en una larga conversación con alguien en un tono apremiante y seguro.Un trueno resonó a lo lejos y Julia se envaró, mirando hacia las ventanas con aprensión.El tiempo estaba cambiando deprisa.Julia cogió su maletÃn y guardó las fotos.Encima de la mesita estaba el bastón de coral que se le habÃa caÃdo al monstruo del puente londinense.Lo llevó a la luz del sol, que lo hizo relucir con un rojo intenso, y pudo apreciar con nitidez las figuras talladas con abominable exquisitez, unas entalladuras que, sin saber por qué, le produjeron un efecto de náusea.Las formas obscenas que insinuaban los terribles dibujos la hicieron evocar imágenes de lugares imposibles y ritos profanos con seres amorfos danzando alrededor de un inmenso monolito de basalto negro apenas iluminado por la luz malsana de una luna gibosa…—¡No toques eso con las manos desnudas! —oyó que le decÃa Basia mientras notaba que le arrancaban el bastón de las manos.Salió del oscuro trance con un sobresalto y guiñó los ojos al encontrarse rodeada por la claridad del dÃa.Basia habÃa soltado el bastón encima del sillón como si quemara.—¿Qué ha pasado? —consiguió balbucear, aturdida.—Esto es un artefacto peligroso y su simple contacto puede conducir a la locura, si uno no tiene la preparación mental necesaria —respondió Basia, con los ojos clavados en el bastón y una expresión de odio en el rostro.»Siento haberte asustado —añadió, asiéndola del brazo por un breve instante—, pero ya he perdido demasiada gente a manos de estas blasfemias.—Su voz habÃa adquirido la consistencia del acero—.Hemos de partir cuanto antes hacia Londres.Dame tu TP, por favor —concluyó alargando la mano y haciendo un gesto hacia su oreja.Julia estaba desconcertada y con un cierto temor a ser abandonada allà a su suerte, en Austria, sola y en el punto de mira de los horribles seres.—¿Qué… qué va a pasar conmigo? —tartamudeó, moviendo la cabeza en dirección al transmisor de la maleta—.¿Os han dado instrucciones respecto a mÃ?Basia se la quedó mirando y lanzó un suspiro mientras guardaba los pequeños transmisores.—Sólo tienes dos opciones, y ninguna de ellas es agradable —anunció haciendo que a Julia le volvieran a quemar las entrañas—
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