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.Se puso la pastilla en la boca y la tragó con un sorbo de agua.¡Dios!HabrÃa dado cualquier cosa por un cigarrillo de hierba.Después empezó a recorrer lentamente el pasillo en sentido inverso.A medida que se alejaba de la oficina de las enfermeras, el corredor estaba cada vez más oscuro.De repente notó que su sombra se proyectaba frente a él y crecÃa a medida que avanzaba.El pie de la botella de suero convertÃa su figura en la de una especie de profeta apoyado en su cayado.Para abrir la puerta de su habitación, la empujó con el soporte de ruedas que sostenÃa la botella de suero.Una vez dentro, la empujó con el pie para cerrarla.Si querÃa dormir, tendrÃa que protegerse del ruido y de las luces del corredor.Puso junto a la cama la botella con su soporte, se volvió y se sentó dispuesto a levantar los pies y estirarse.Entonces ahogó un grito.Como una aparición, por la puerta del baño vio surgir una figura vestida de blanco.—¡Dios mÃo! —gritó—.Me ha asustado.—Acuéstese, por favor.Jeoffry observó a su visitante, mientras éste sacaba una jeringa e inyectaba su contenido en la botella de suero.Por lo visto no le resultaba fácil hacerlo en la oscuridad, porque Jeoffry oyó cómo la botella golpeaba repetidamente contra el soporte.—¿Qué medicamento está metiendo ahÃ? —preguntó el paciente, sin saber si estaba bien que le preguntara aquello, pero lo suficientemente confuso por lo que estaba sucediendo como para vencer sus vacilaciones.—Vitaminas.A Jeoffry le pareció que era una hora algo extraña para que le administraran vitaminas, pero el hospital era sin duda un lugar sumamente extraño.El visitante de Jeoffry se dio por vencido ante la imposibilidad de introducir la aguja en la base de la botella de suero y la clavó en el tubo de plástico, cerca de la muñeca del paciente.La aguja traspasó inmediatamente la pequeña capa de plástico.Jeoffry observó cómo el hombre descargaba con rapidez el lÃquido de la jeringa en el tubo y que subÃa el nivel del suero de la botella.Sintió una punzada de dolor, pero dedujo que sólo era debida a la mayor presión del suero.Pero el dolor no disminuÃa, sino que se hacÃa más fuerte.Mucho más fuerte.—¡Dios mÃo! —exclamó Jeoffry—.¡Mi brazo! ¡Qué dolor tan terrible!SentÃa una sensación de espantoso calor que partiendo del lugar en que tenÃa clavada la guja del suero, le corrÃa por el brazo.El visitante aferró la mano de Jeoffry para impedirle que la moviera y abrió la botella del suero para que goteara con más rapidez.El dolor que a Jeoffry le habÃa parecido insoportable al principio, se hizo aún más fuerte y se le extendió como lava hirviendo por el pecho.Levantó la mano libre para aferrar a su visitante.—¡No me toques, maricón de mierda!A pesar del dolor, Jeoffry lo soltó.Su confusión dio paso al temor… Un espantoso temor de que algo horrible estaba sucediendo.Hizo desesperados esfuerzos por liberar la mano del suero que sostenÃa el intruso.—¿Qué me está haciendo? —jadeó.Abrió la boca para gritar, pero el visitante se lo impidió cubriéndosela con una mano.En ese momento, Jeoffry tuvo la primera convulsión y se arqueó en la cama.Se le pusieron los ojos en blanco.En pocos segundos, los espasmos se hicieron más fuertes y se convirtieron en un ataque de epilepsia, por lo cual la cama se inclinó hacia delante y atrás.El intruso dejó caer la mano de Jeoffry y alejó de la pared la cabecera de la cama para evitar que la golpeara.Después se asomó para ver si el corredor estaba desierto y corrió hacia la escalera.Jeoffry, en silencio, siguió agotándose en convulsiones hasta que el corazón, que habÃa comenzado a latir con irregularidad, sufrió una fibrilación durante unos segundos y luego se detuvo.A los pocos minutos, el cerebro dejó de funcionar.El cuerpo siguió agitándose en convulsiones hasta que los músculos consumieron su reducida provisión de oxÃgeno…Cuando la enfermera se inclinó sobre él para despertarlo, Thomas tuvo la sensación de que acababa de cerrar los ojos.Se volvió, aturdido, y miró la sonriente cara de la mujer.—Lo necesitan en el quirófano, doctor Kingsley.—En seguida voy —replicó con voz pastosa.Thomas esperó que la enfermera se retirara y después apoyó los pies en el suelo.Permaneció inmóvil unos instantes para que se le aclarara la cabeza.Pensó que, a veces, dormir sólo un ratito era peor que no dormir nada.Se apoyó en el umbral para recobrar el equilibrio y, tropezando, se acercó al vestuario.Sacó una pastilla de dexedrina y la tragó con un poco de agua.Después se puso una bata de cirugÃa limpia, no sin antes recoger la media pastilla que se habÃa guardado en el bolsillo de la otra bata
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