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.Sólo sé una cosa: hay oro en ese aterrador y lúgubre monumento sobre la planicie solitaria.Y el oro incita a las guerras.Tú no me odias, porque eres mi hermano y nos amamos uno al otro en el Cielo.Tú no odias a los otros Arcángeles y ángeles, que son los espÃritus guardianes en otras galaxias y otros universos.Te unirÃas a nosotros si los hombres no estuvieran entre nosotros, hombres a los que nunca has perdonado por haber sido creados.Lo que tú destruyas Nuestro Padre lo volverá a crear.Lo que asoles Él volverá a llenarlo.Cuando ofrezcas muerte y orgullo, Él ofrecerá vida y humildad y obediencia.Cuando incites las guerras Él luchará por la paz.Tú suscitas odio entre los hombres, y en ocasiones el trueno rojo de éste ahoga la Voz del Amor.Al final triunfará Nuestro Padre y tú lo sabes secretamente en tu corazón.¿Por qué luchas entonces? ¿No son suficientes para tu rapacidad los habitantes de tus infiernos? ¿Para qué habrÃas de engrosarlos más? Sà yo conozco todos tus argumentos: el hombre es un insulto a Su Creador.El hombre no merece a Su Creador.El hombre, sobre todo, es un ultraje a los ángeles, quienes deben padecerlo.El hombre también llama Padre a Dios, y eso es supremamente intolerable para ti, que lo amas a Él con el amor más terrible y orgulloso y no dejarÃas que ningún ojo humano lo contemplara con familiaridad.La carne no es tan despreciable, Lucifer, aunque tú creas que asà es.La carne tiene también todas las capacidades de los ángeles, porque asà lo dispuso Nuestro Padre y las almas de la carne son inmortales.La carne tiene sus bellezas, menores que las nuestras por seguro, pero aún asà tiene encanto y sensibilidad.El hombre no fue creado como los ángeles, excepto por el libre albedrÃo, pero cuando es majestuoso y obediente se les parece.Tú negarÃas a Dios Su variedad infinita, Sus creaciones más pequeñas, Sus fantasÃas y Sus deleites.Nosotros no conocemos el significado del hombre pero Nuestro Padre lo conoce.Sin embargo tú, como hijo posesivo y arrogante, rodearÃas a Nuestro Padre con paredes de tu propia creación y lo encarcelarÃas en Su Trono, y protegerÃas Su gloria, y sólo tú, si tuvieras ese poder, te acercarÃas al Santo de Santos y aprisionarÃas al Rey en Su propio Cielo.Yo me pregunto muchas veces: si Nuestro Padre no hubiera creado al hombre, ¿no nos hubieras hecho la guerra a nosotros, tus hermanos, para apartarnos de Él y tenerlo solamente tú? ¿Lo has deseado a El como tu Prisionero adorado? ¿Has deseado sólo para ti mismo la Visión BeatÃfica? Como te escribà antes, yo vi tu ojo ardiente, celoso y furibundo cuando nos acercamos a Él, y tu mano sobre tu espada, la cual lanzaba rayos aún en su vaina.SÃ, conversarÃas solo con Él y guardarÃas Su conversación sólo para tus oÃdos.¡Pero Él no es Prisionero de Su preciosa Creación! ConocÃa la forma en que lo amabas, y por eso se afligió por ti y por un instante el Cielo se oscureció con Su pesar.Él aceptarÃa que regresaras con Él, con dolor y arrepentimiento.¿Cuánto tiempo, oh Lucifer, vas a negar tu propia naturaleza y tu propio anhelo? ¿Por qué la vida es abominable para ti?Tu hermano, MIGUELSALUDOSa mi hermano Miguel, quien teme por esa molesta Melina que yo limpié de hombres, y quien cree conocer mis pensamientos:No estoy resistiendo de que otra vez Melina esté llena de vida animal, pura y sin pecado.¡Lo estarÃa si permaneciera asÃ! ¡Qué hermosa es sin ningún hombre habitando en ella aún! En verdad es un jardÃn, propicio para que lo habiten ángeles y se deleiten en su reposo y su tranquilidad.Es aún más hermoso que antes, lleno de la música de la creación, dulce con la inocencia de sus habitantes, sin engaños y sin pretensiones.Pero si se creara de nuevo al hombre para que dominara sobre Melina, entonces yo lo destruiré con las perversas maquinaciones de su propio corazón.Eres injusto conmigo.No es la vida lo que yo odio, sino la vida que pretende ser como la nuestra.En resumen, es la vida humana, la vida de los hombres, la que yo detesto.Reflexionando, sin embargo, quizá sea yo más complaciente con la existencia humana femenina, porque habrás de recordar que en una ocasión vimos a las hijas de los hombres y las encontramos hermosas, y dormimos con ellas y engendramos hijos.De hecho, como ha sido escrito en Terra, en aquellos dÃas habÃa gigantes en la tierra —carne de sus madres, esencia nuestra.Nuestro Padre no prohibió ese concebir y engendra.Nosotros nos convertimos a una dimensión temporal más densa, es cierto, pero aún asà trascendente, y las hijas de los hombres no nos podÃan resistir ¡los amados tesoros! Las tomamos por nuestras esposas y ellas nos amaron y se inclinaron ante nosotros y les hablaron de nosotros a sus hijas, y hasta este dÃa las mujeres sueñan con nosotros estando al lado de sus maridos.Muchos dimos la bienvenida a los espÃritus de nuestras esposas en la puerta del Cielo o al menos tú, el más afortunado de mis hermanos, asà lo hiciste.¡Oh mujeres! ¡Si nuestro Padre hubiera creado sólo a las mujeres y no a los hombres para ellas! ¡imagÃnate a todos esos magnÃficos planetas habitados sólo por carne femenina esperando nuestros abrazos! ¡Los amados ojos, el pelo, los senos y los muslos de las mujeres! Yo siempre he amado a la criatura femenina.Las mujeres me adoran naturalmente, hasta en el infierno; son mis servidores más asiduos, en la carne o fuera de ella, y traen por multitudes las almas de los hombres hacia mÃ.La verdadera risa en el infierno es la risa de las mujeres, humana o diabólica.¡Con qué delicadeza seducen! Mis propios demonios no podrÃan inventar los ardides que las mujeres inventan, ni maquinar tan deliciosos deleites, ni siquiera Lilit.En el amor pueden imaginarse horrores que los hombres no se pueden imaginar, y crueldades extrañas y exquisitas, porque ellas poseen un material más imaginativo que los hombres.Las emperatrices de Roma, las concubinas de Egipto, Las Aspasias de Grecia, las damas Borgia, ¡qué elegancia! ¿Quién no se habrÃa acostado con ellas, ángeles u hombres?Pero las mujeres de Terra hoy son infelices, aburridas, y es raro en ellas el encanto y la inventiva que nosotros conocimos antaño, raro el encanto irresistible.Rivalizan con el hombre por cualquier oficio o condición de vida, son insistentes, agudas, de carácter duro, deliberadamente feas y retorcidas, decididas a llenar todos los espacios, a que no haya empleo que no sea suyo, ningún lugar santificado sin compartir sus irritantes voces.No es suficiente que tengan el poder de crear belleza y poseÃa, de procrear hijos, de confrontar a los hombres, de formar un aura de paz y santidad alrededor de sus hogares.Las artes con las que Dios las dotó resultan ahora desagradables.Son como los hombres, asumiendo, contra todas la Leyes de Nuestro Padre, las vestimentas de los hombres; caminan como machos; tienen músculos; son feroces, demandantes y arrogantes, más allá de la ferocidad, codicia y beligerancia de sus hombres; algunas portan armas ahora, ellas que fueron dotadas con el instinto para criar y proteger la vida
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