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.Cadderly comprendió la reacción de Danica; temÃa otro soplo de la maza horrenda.Y mientras Cadderly miraba, el clérigo alineó el arma.Observó que Danica se movió a un lado del altar, mientras se apartaba sin cesar del clérigo que avanzaba.Todo su dolor, tan apabullante unos instantes antes, de pronto pareció insignificante al lado de los problemas de la joven.Apartó el vértigo a un lado, negó la debilidad de sus extremidades, sacó la ballesta y cargó un virote.Dudó.Una voz elevaba una protesta en su cabeza, un eco distante de la promesa que habÃa hecho cuando por primera vez decidió construir el artefacto y las saetas.Casi desfalleció ante el penetrante frÃo y se mordió el labio para luchar contra ello, al comprender cuál serÃa el precio del fracaso.Levantó y niveló la ballesta en dirección a Barjin, lo tenÃa a tiro, y supo que las vestimentas del clérigo no detendrÃan al dardo explosivo.—¡No como un arma! —gruñó entre jadeos, pero mientras la ballesta empezaba a inclinarse hacia el suelo, volvió a mirar a Danica, gruñó revelándose y crispó la mano.Forcejeó con su conciencia por cada centÃmetro, y obcecadamente apuntó la ballesta de nuevo.A punto estuvo de lanzar un grito, al creer que sus dudas podÃan haberle costado muy caro a Danica.Barjin lanzó una serie de poderosos golpes a la joven, que de alguna manera se las arregló para ponerse fuera del alcance de los mordiscos del arma.Vio una salida.—Siente el frÃo —oyó gruñir a Barjin, en la distancia, como si lo estuviera viendo desde una bola de cristal.El clérigo levantó la maza, que tenÃa la boca abierta.Danica, ágil a pesar de las heridas, saltó desesperadamente a un lado.—¡No! —gritó Cadderly, y el dardo encontró un camino justo entre los colmillos del arma maldita.Se oyó un chasquido agudo, y Barjin apenas pudo sostener la maza estremecida en la mano.Durante un momento interminable, no pareció estar pasando nada, pero podÃa decir por la expresión de sorpresa del clérigo, que, en efecto, algo pasaba con el arma más preciada de Barjin.Sin previo aviso, la parte superior de la cabeza de la Dama Ululante salió disparada.Barjin aún aguantaba la maza rota por la empuñadura; parecÃa como si no la pudiera soltar.Centellas multicolores brillaron a medida que la energÃa mágica salÃa a chorro, desatada, rociando toda la zona central de la habitación.—¡Oo! —chillaron al unÃsono Iván y Pikel.Las chispas alcanzaron la túnica de Barjin, e hicieron pequeños agujeros.El clérigo lanzó un grito de agonÃa cuando una pavesa se coló a través del agujero del capirote y se le metió en un ojo.Danica retrocedió, haciendo acrobacias al tiempo que se cubrÃa los ojos con un brazo levantado.La lluvia de chispas siguió constante.Unos chispazos azules cayeron directamente sobre la cabeza de Barjin, y alcanzaron un lado de la capucha cónica mientras sacudÃa la cabeza desesperado.Unas centellas rojas salieron volando en una repentina explosión circular, giraron, se elevaron, y luego cayeron sobre Danica, el clérigo, y el altar maléfico.Una pequeña bola de fuego salió disparada directa hacia arriba desde la maza rota y explotó en el techo.Motas de polvo cayeron encendidas, sólo para ser engullidas por la constante rociada.Al otro lado de la habitación, Cadderly bizqueó y se preguntó si habÃa puesto en movimiento algo que los destruirÃa a todos.Entonces terminó.La base de la Dama Ululante cayó al suelo y crepitó en una muerte abrasadora y lenta.Se destruyó el capirote de Barjin, y luego las vestimentas que se consumieron rápidamente.Se deshicieron, destruidas por el almizcle del glotón y los chispazos, mientras Barjin les daba manotazos para tratar de apartar frenéticamente las ascuas calientes de su piel.Maldijo y escupió a su insensatez por lanzar el conjuro de protección sobre su zombie en vez de sobre sà mismo.Los ojos del clérigo buscaron por toda la habitación.Cadderly aún estaba arrodillado.A su lado, los enanos vencedores en pie sobre los restos del zombie.Entonces posó la mirada sobre Danica, en apariencia desarmada y sin armadura, y que parecÃa el blanco más fácil.Se estaba limpiando el almizcle y las cenizas de la cara, y ni lo miraba.Barjin habÃa cometido muchos errores en la vida, pero ninguno tan grande como asumir que Danica serÃa una presa fácil.Se dirigió hacia ella, con la intención de aferrarle el cuello con el brazo y atraerla hacia sÃ, para estrangularla contra su pecho.La mano casi le habÃa alcanzado el hombro cuando Danica reaccionó.Se volvió totalmente y usó el impulso para dirigir el dedo con fuerza contra el hombro de Barjin.—¡Ya lo probé! —advirtió Cadderly, pero se quedó callado, y el brazo de Barjin colgó con flacidez.El hombre miró abajo, sorprendido, a su entumecido brazo derecho.Empezó a golpear con el izquierdo, pero Danica era simplemente demasiado rápida para él.Agarró el puño a medio camino, fijó los dedos sobre su mano, y dobló el pulgar hacia atrás con tanta fuerza que, con un crujido de huesos que sonó tan fuerte como los impactos del garrote de Pikel, el dedo de Barjin tocó su muñeca.La chica no habÃa terminado.Con una ligera torsión, rodeó con sus dedos los del clérigo, enroscándolos sobre el dorso de la mano de éste
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