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.—Revoluciones para doce nudos —dijo Kurt al tubo de comunicaciones.Era la máxima velocidad de superficie que podía dar el U-32”; tenía que tomar una posición de patrulla lo antes posible.Sus cálculos indicaban que el Inflexible debía pasar entre ciento diez y ciento cuarenta millas náuticas fuera de la costa, pero Kurt se negaba a calcular sus posibilidades de interceptarlo, aun si llegaba a la zona de patrulla antes de que pasara el crucero.Los puestos de observación del submarino permitían apenas unos diez u once kilómetros; el alcance de sus torpedos era de dos mil quinientos metros; la presa, en cambio, podía alcanzar veintidós nudos o más.Tendría que maniobrar a dos mil quinientos metros del veloz crucero, pero existía una posibilidad entre mil de que llegara siquiera a divisarlo.Aun si lo veía, probablemente sería sólo para observar el paso de su estructura en forma de trípode por su limitado horizonte.Pero descartó esos malos pensamientos.—Teniente Horsthauzen, al puente.Cuando el primer oficial subió al puente, Kurt le dio órdenes de acercarse al área de patrulla a toda velocidad, con la nave preparada para sumergirse y actuar de modo instantáneo.—Si no hay novedades, llámeme a las 18.30.El agotamiento de Kurt se había agravado con un vago dolor de cabeza, provocado por los humos de escape.Echó un último vistazo al horizonte antes de bajar.El creciente viento se estaba llevando los bancos de niebla, el mar comenzaba a oscurecerse, enfurecido por el látigo de los elementos.El “U-32” hundió la proa en la ola siguiente y su cubierta se llenó de espuma blanca, salpicando la cara del capitán.—El barómetro está descendiendo rápidamente, señor —le informó Horsthauzen, en voz baja—.Creo que nos espera una fea tormenta.—Permanezca en la superficie y mantenga la velocidad.Kurt pasó por alto esa opinión.No quería saber de nada que complicara la cacería.Se deslizó por la escalerilla y fue inmediatamente al libro de bitácora de la nave.Allí anotó, con su letra meticulosa y formal: “Curso 27°, velocidad 12 nudos.Viento Noroeste, 15 nudos y refrescando.” Luego firmó con su nombre completo y se apretó las sienes con los dedos, para calmar el dolor.“Dios, qué cansado estoy”, pensó.Entonces vio que el oficial navegante observaba de reojo su imagen reflejada en el bronce pulido del tablero de controles.Dejó caer las manos y alejó de sí la tentación de acostarse inmediatamente.En cambio dijo a su contramaestre:—Voy a inspeccionar la nave.No dejó de detenerse en el compartimiento de motores, para felicitar a los ingenieros por la velocidad y eficiencia de reaprovisionamiento, y en el de torpedos de proa ordenó a los hombres que permanecieran en sus literas mientras él pasaba por la estrecha entrada.Los tres torpedos estaban cargados y bajo compresión; los restantes habían sido apilados en el poco espacio disponible y llenaban casi todo el camarote, dificultando los movimientos.Sus encargados tendrían que pasar gran parte del tiempo acurrucados en sus diminutas literas, como animales enjaulas apiladas.Kurt dio unas palmaditas a una de las armas.—Pronto tendrán más espacio —prometió—, en cuanto despachemos estos paquetitos a Tommy.Era un chiste viejo, pero ellos respondieron como correspondía.Al oír el timbre de las risas, Kurt comprendió que esas pocas horas pasadas en la superficie, en el aire del desierto, les había devuelto la vitalidad a todos.Ya en el diminuto cubículo con cortinas que era su camarote, pudo, por fin, relajarse.De inmediato lo venció la fatiga.Llevaba cuarenta y ocho horas sin dormir, y había pasado cada minuto de ese tiempo sometido a constante tensión nerviosa.Sin embargo, antes de introducirse laboriosamente en su estrecha litera, cogió la fotografía enmarcada que estaba sobre el escritorio y estudió la imagen de una plácida joven, con un niñito sentado en las rodillas.—Buenas noches, queridos míos —susurró—.Buenas noches también para ti, mi otro hijo al que nunca he visto.Lo despertó la alarma de inmersión, que aullaba como una bestia herida, despertando ecos dolorosos en los confines del casco de acero.Se vio arrancado de su profundo sueño y, al tratar de levantarse, se dio de cabeza contra el marco de la litera.De inmediato se dio cuenta de que el casco se movía mucho.El tiempo había empeorado.Luego sintió cantar la cubierta bajo sus pies al hundirse el submarino bajo la superficie.Abrió bruscamente las cortinas para irrumpir, completamente vestido, en el centro de control, justo cuando los dos vigías bajaban dando tumbos desde el puente
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