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.Como cuenta el jefe del departamento de homicidios Beecher Avants:Fui a hablar con Glick sobre el asesinato.Glick tenía uno de esos despachos ostentosos, con un montón de espejos.Por allí tenía los aparatos electrónicos más modernos.Estanterías con libros y placas por todas partes.Máquinas electrónicas que registraban las cotizaciones de la bolsa.Lámparas caras, jarrones con flores.Era el despacho de un presidente.En todos los sitios donde te podías sentar te veías reflejado en un espejo.Glick era uno de esos tipos pequeñajos que se esconden tras una mesa grandiosa.Glick dijo que había tenido un «altercado» con Buccieri, pero negó que Buccieri le hubiera agredido físicamente.Mientras hablaba, Glick se mantenía quieto en su sitio.Muy controlado.Los hombres de negocios te dan respuestas a todo lo que les preguntas.Era como un zombi.Un ser inexistente.Y todos los espejos de la estancia reflejaban el mismo ser inexistente.Al cabo de un rato, me empecé a preguntar cuál de ellos era realmente Glick.El Zurdo era otra historia.En su despacho no había espejos.Estaba limpio como una patena.Encima de la mesa no había nada.Detrás, tenía ese póster con un gran «¡NO!» que ocupaba el noventa por ciento del espacio y un pequeño «sí» apretujado en la parte de abajo.El Zurdo estaba de pie detrás de la mesa, y lo único que movía era el lápiz, con el que siguió jugueteando.El Zurdo era uno de esos tipos que no quieren decirte nada, pero siempre te hacía saber que sabía mucho más de lo que revelaba.Beecher Avants y el departamento de homicidios pasaron meses intentando acusar a Tony Spilotro del asesinato de Buccieri, al cual habían controlado una semana antes del asesinato hablando con los del sindicato de camioneros en la cafetería del Tropicana.Mientras tanto, el FBI sabía al cabo de unos días que Frank Balistrieri había ordenado el asesinato desde Milwaukee.Según un importante confidente de Milwaukee, Balistrieri estaba convencido de que Buccieri era un delator y se dirigió a los capos de Chicago en busca de la aprobación para llevar a cabo la acción.Se asignó el asesinato a Spilotro y su banda.Según el confidente, Spilotro insistió enfurecido a Balistrieri en que Buccieri no era un confidente; sin embargo, desempeñó la misión de todos modos.Hizo venir a dos asesinos: uno de California y otro de Arizona.A ninguno de ellos se le imputó jamás el crimen.El FBI tenía gran parte de razón.Lo que no supieron en el momento, pero sí descubrieron más tarde, era que Marty Buccieri fue asesinado porque amenazó a Glick, y Glick era el hombre de paja de la mafia.Una amenaza a Glick se entendía como una amenaza a los capos y al desvío de dinero.Puesto que preservar la inviolabilidad y seguridad del desvío de dinero nunca supondría un motivo para asesinar a Buccieri, los capos que dieron la orden filtraron en la organización la historia de que se había convertido en confidente del gobierno.Ni siquiera Spilotro, el hombre a quien se asignó el asesinato desde Chicago, supo la verdadera razón que se escondía detrás del asesinato de Buccieri.Seis meses después de la muerte de Buccieri, el 9 de noviembre de 1975, una acaudalada mujer de cincuenta y cinco años, llamada Tamara Rand, recibió cinco disparos en la cabeza y cayó muerta en la cocina de su casa en el barrio de Mission Hills de San Diego.Se trataba de una acción profesional.Los asesinos utilizaron un arma del calibre 22 con silenciador; no había señales de que hubieran forzado la entrada y no faltaba nada.El marido de Rand encontró el cadáver cuando volvía del trabajo.En palabras de Beecher Avants, del departamento de homicidios:La mañana siguiente al asesinato, empecé a recibir llamadas de la prensa.Resultaba que Tamara Rand acababa de volver de Las Vegas y había discutido con Allen Glick.¡Un gran parecido con lo de Marty Buccieri! No se puede discutir con este hombre y terminar sin que te asesinen.La cuestión era que Rand había reclamado determinadas acciones a Glick y había ido a los tribunales para exigir una parte del Stardust.Era una mujer dura.Había volado hasta la ciudad en mayo para presentar la demanda y, al volver a San Diego, le contó a su sobrina que había discutido con Glick.También dijo que la habían amenazado, pero quién lo había hecho exactamente no quedó claro.Su sobrina dijo que no le dio importancia a la amenaza: «Lo que realmente le interesaba era poner en orden todas sus deducciones fiscales para el juicio».Glick había luchado discretamente contra las reclamaciones de Rand de ser socia del Stardust durante años, pero el repentino asesinato al estilo mafioso provocó que el oscuro litigio pasara de las páginas de economía a la portada.Glick se enteró de que habían asesinado a Tamara Rand al descender del avión de Argent en Las Vegas, y los periodistas y cámaras de televisión le dieron la bienvenida preguntándole por su reacción ante el asesinato.Tras mostrarse conmocionado, subió en una limusina de Argent y huyó del lugar.Al día siguiente, el departamento de relaciones públicas de Argent emitió un comunicado que decía que si bien Glick conocía a Rand y tenía gratos recuerdos de su amistad con ella, no había más comentarios [ Pobierz całość w formacie PDF ]