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.—¿Y la historia de Paul Cerino? —preguntó Laurie—.¿Esa la tocaron?—No lo sé —dijo Jordan—.Pero es una buena pregunta.Jordan fue al cajón de la letra C y extrajo una carpeta de manila.—Tenía usted razón —dijo, después de echar un vistazo—.Esta también la han tocado.¿Ve esta hoja informativa? Debería estar delante, pero en cambio está detrás.—¿Hay algún sistema de averiguar si hicieron fotocopia?Jordan reflexionó un momento pero movió la cabeza.—No, que se me ocurra.¿Qué es lo que está pensando?—Todavía no estoy segura —dijo Laurie—.Pero tal vez este supuesto robo debería darle argumentos para tener un poco más de cuidado.Ya sé que a usted le parece mera diversión tener por paciente a ese Paul Cerino, pero ha de pensar que se trata en apariencia de un hombre peligroso.Y lo que es más, tiene enemigos muy peligrosos.—¿Cree que Cerino puede ser el responsable del asalto?—La verdad es que no lo sé—dijo Laurie—.Pero sea como sea, existe la posibilidad.Puede que sus enemigos no quieran que usted le arregle la vista.Las posibilidades son infinitas.Lo único que sí sé es que esos tipos no se andan con chiquitas.En los últimos días he hecho la autopsia de dos muchachos asesinados al estilo del hampa y uno de ellos tenía en el ojo algo que parecían quemaduras de ácido.—No diga eso.—No quiero asustarle porque sí —dijo Laurie—.Solo se lo digo para que piense en lo que hace tomando como paciente a un tipo de esa calaña.Me han dicho que los dos principales clanes, los Vaccaro y los Lucia, están actualmente en pie de guerra.Esa es la razón de que a Cerino le tirasen ácido a la cara.Es uno de los jefes de Vaccaro.—Caramba —dijo Jordan—.Esto sí que cambia las cosas.Ha conseguido preocuparme.Por suerte, pronto voy a operar a Cerino y ya no tendré nada que ver en el asunto.—¿Tiene programado a Cerino?Jordan negó con la cabeza:—No exactamente.Estoy esperando material, como de costumbre.—Bien, me parece que cuanto antes lo haga, mejor.Y yo procuraría que nadie sepa la fecha ni la hora.Jordan colocó el informe de Cerino en orden y lo devolvió a su cajón correspondiente.—¿Quiere ver el resto? —preguntó.—Claro que sí.Jordan enseñó a Laurie el resto del consultorio, las distintas habitaciones preparadas para observación oftalmológica especial.Lo que más le impresionó fueron las dos sofisticadísimas salas de operaciones dotadas de todo el material auxiliar.—Ha invertido usted una verdadera fortuna —dijo Laurie después de ver la última sala, un laboratorio fotográfico.—No lo dude —concedió Jordan—.Pero se amortiza muy bien.Actualmente las ganancias brutas son de uno y medio a dos millones al año.Laurie tragó saliva.La cifra era estremecedora.Aunque sabía que su padre, el cirujano cardíaco, debía de ganar muchísimo dinero para permitirse la vida que se daba, nunca había oído hablar de cifras tan astronómicas.Conociendo los apuros de la medicina en Estados Unidos e incluso los escasos recursos presupuestarios por los que se regía el servicio forense, le parecía un derroche casi insultante.—¿Qué le parece si viene a ver mi apartamento? —propuso Jordan—.Si le ha gustado el consultorio, le encantará mi casa.La diseñó el mismo equipo.—De acuerdo —dijo Laurie por puro reflejo.Seguía tratando de asimilar lo que Jordan había dicho sobre sus ingresos.Mientras rehacían el camino a través del consultorio, Laurie le preguntó a Jordan por su secretaria.—¿Ha sabido algo de ella?—No —dijo Jordan, que seguía obviamente molesto por su no comparecencia—.No ha telefoneado ni contestaba en su casa.Solo se me ocurre que pueda tener que ver con su despreciable marido.Si no fuera porque es muy buena secretaria, me habría librado de ella por culpa de ese hombre.Tiene un restaurante en Bayside, pero también está metido en varios negocios dudosos.Más de una vez ella me ha pedido prestado para una fianza.A su marido nunca le han declarado culpable, pero ha pasado largas temporadas en Rikers Island.—Como si fuera un gánster, vaya —dijo Laurie.Una vez en el coche, Laurie le preguntó a Jordan el nombre de la secretaria desaparecida.—Marsha Schulman —dijo Jordan—.¿Por qué lo pregunta?—Simple curiosidad —dijo Laurie.Thomas no tardó mucho en parar junto a la entrada principal de la Trump Tower.El portero abrió la puerta del coche para que saliera Laurie, pero esta se quedó donde estaba.Jordan —dijo, mirándole a la pálida luz del interior de la limusina—, ¿se enfadaría si le pido que veamos el apartamento en otra ocasión? Acabo de mirar la hora, y tengo que levantarme temprano mañana por la mañana.—No se preocupe —dijo Jordan—.Lo comprendo perfectamente.Yo tengo que operar a primerísima hora de la mañana.Pero con una condición.—¿Cuál?—Que cenemos otra vez juntos mañana por la noche.—¿Podrá aguantarme dos noches seguidas? —preguntó Laurie.No la "acosaban" así desde que iba al instituto.Se sentía halagada pero con cautela.—Será un placer —dijo Jordan, remedando humorísticamente un acento inglés.—De acuerdo —dijo Laurie—.Pero que sea en un sitio menos lujoso.—Hecho —dijo Jordan—.¿Le va bien un italiano?—Me encanta la comida italiana.—Entonces vamos a Palio —dijo Jordan—.A las ocho.Vinnie Dominick se detuvo a la entrada del restaurante Vesubio en Corona Avenue, Elmhurst, y aprovechó que se reflejaba en la ventana para alisarse el pelo y arreglar el nudo de su corbata Gucci.Satisfecho, le hizo un gesto a Freddie Capuso para que abriera la puerta.A Vinnie desde jovencito le llamaban el "príncipe".En el instituto se le consideraba un tipo guapo a quien las chicas del vecindario encontraban muy atractivo.Tenía una cara más bien gruesa pero de rasgos bien esculpidos.Le gustaba ir muy elegante, se engominaba el pelo y se lo cepillaba hacia atrás desde la frente.Aparentaba mucho menos que sus cuarenta años y, a diferencia de la mayoría de sus coetáneos, se enorgullecía de su proeza física.Figura del baloncesto en el instituto, había seguido jugando de mayor, tres noches por semana iba a practicar al gimnasio Saint Mary.Vinnie entró en el restaurante y escudriñó el lugar.Detrás suyo iban Freddie y Richie.Vinnie divisó enseguida a quien estaba buscando: Paul Cerino.En el local había aún varios comensales, ya que la cocina estaba abierta hasta las once, pero el grueso de la clientela se había ido ya.Era un lugar y una hora idóneos para un encuentro.Vinnie fue hacia la mesa de Paul con la confianza del que va a ver a un viejo amigo.Freddie y Richie le seguían a unos pasos.Cuando Vinnie llegó a la mesa, los otros dos que estaban sentados con Paul se pusieron de pie.Vinnie los reconoció: eran Angelo Facciolo y Tony Ruggerio.—¿Cómo estás, Paul? —preguntó Vinnie.—No me quejo —respondió Paul.Tendió una mano para que Vinnie se la estrechara.—Siéntate, Vinnie.Toma un poco de vino.Angelo, sírvele un poco de vino.Mientras Vinnie tomaba asiento, Angelo cogió una botella descorchada que había en la mesa y llenó la copa que estaba delante de Vinnie.—Quiero darte las gracias por acceder a verme —dijo Vinnie—.Después de lo que pasó la última vez, lo considero un favor especial.—Como me dijiste que era importante y que tenía que ver con la familia, no podía negarme.—Ante todo quiero que sepas lo mucho que me duele lo de tu ojo —dijo Vinnie—.Fue una tragedia, no debería haber ocurrido.Y ahora, delante de estas otras personas, quiero jurar por la tumba de mi madre que yo no sabía nada [ Pobierz całość w formacie PDF ]