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.—¿Y Jerry, George Kelly y O'Brien? — preguntó el jefe—.¿También dijeron que estaban con él, para ayudarle?—O'Brien, si.Los otros lo ignoro.Cuando salÃa del bar vi al Susurro, Jerry y Kelly, tomamos unas copas juntos.Kelly me informó de que se habÃan cargado a Tim.En ese momento, dijo el Susurro: «Nunca está de más una coartada.Todos estábamos aquÃ, ¿de acuerdo?», y miró a O'Brien que estaba al otro extremo.O'Brien dijo: «Tú estabas aquÃ.» El Susurro me miró y dije lo mismo.Ahora ya no tiene sentido que lo encubra.—¿Kelly dijo que habÃan matado a Tim, o que le habÃan encontrado muerto?—Dijo exactamente que se lo habÃan cargado.—Gracias, Peak —dijo el jefe—.No debiste hacerlo, pero ya no hay remedio.¿Qué tal están tus niños?Murry dijo que estaban creciendo sanos, aunque el pequeño estaba un poco flaco, para su gusto.Noonan llamó por teléfono al despacho del fiscal y ordenó que Dart y un taquÃgrafo tomaran nota de la declaración de Peak, antes de que se retirara.Noonan, Dart y el taquÃgrafo fueron al Hospital Municipal para tomar la declaración en regla de Myrtle Jennison.No fui con ellos.Pensé que tenÃa que dormir, le dije al jefe que luego nos verÃamos y volvà al hotel.13.Doscientos dólares y diez centavosAcababa de desabotonarme el chaleco, cuando sonó el teléfono.Era Dinah Brand.Se quejó porque desde las diez trataba de localizarme.—¿Has hecho uso de lo que te conté? — preguntó.—Lo he estado analizando.Creo que es un buen material.Tal vez lo use esta tarde.—No.Espera a verme.¿Puedes venir ahora?Miré hacia el blanco lecho vacÃo y contesté sin emoción:—SÃ.No debà tomar otro baño frÃo, porque poco faltó para quedarme dormido dentro de la bañera.Llamé a la puerta de la chica y me abrió Dan Rolff.Se habÃa borrado de su cara todo recuerdo de la noche anterior.Dinah salió al vestÃbulo y me ayudó a quitarme el abrigo.Tenia puesto un vestido de lana de color cuero con la costura del hombro descosida dos pulgadas.Fuimos al cuarto de estar.Se puso a mi lado en el sofá y dijo:—Quiero pedirte un favor.Yo te gusto, ¿no?Contesté que sÃ.Paseó su dedo cálido por cada uno de los nudillos de mi mano izquierda y me explicó:—He pensado que es mejor que no utilices la información que te di anoche.Espera un minuto.No he acabado.Dan estaba en lo cierto.No puedo traicionar a Max.SerÃa algo miserable.Por otro lado, tú a quien quieres cazar es a Noonan, ¿no es asÃ? Entonces, sé buen chico y no molestes a Max.Te puedo contar cosas de Noonan como para hundirlo para siempre.¿No es mejor? Y como te gusto no creo que te aproveches de mà utilizando unas palabras dichas en un momento de arrebato contra Max, ¿no es verdad?—¿Qué sabes sobre Noonan? — pregunté.—¿Prometido? — dijo en voz baja pasándome la mano por el bÃceps.—Aún no.Hizo un puchero y dijo:—He terminado definitivamente con Max.No tienes por qué utilizarme descaradamente.—¿Me vas a contar algo sobre Noonan?—Primero quiero que me hagas la promesa.—No.Me apretó el brazo con los dedos y me espetó:—Bueno, ¿cómo puedo yo arreglar esto?Me levanté y una voz ordenó:—Siéntate.Era una voz bronca, una especie de susurro.Era Thaler.Me di la vuelta y lo vi recortado en el umbral de la puerta, sosteniendo en una de sus pequeñas manos una pistola de considerable tamaño.Detrás de él habÃa un hombre con una cicatriz en el rostro enrojecido.La otra puerta, la que daba al vestÃbulo, también estaba custodiada.El hombre de la boca de buzón y mentón hundido a quien el Susurro llamaba Jerry estaba colocado allÃ.Llevaba dos pistolas.Más atrás, se veÃa por encima de su hombro a uno de los chicos rubios que estaba en el garito de King Street.Dinah dejó el sofá, dio la espalda a Thaler y se acercó a mÃ.Me dijo con voz airada:—¡Yo no tengo que ver con esto! Vino solo, me dijo que sentÃa lo ocurrido y que podÃamos, hacer un negocio redondo ofreciéndote a Noonan en bandeja.Era una trampa, y he picado.¡Lo juro por Cristo! Acordamos que él se quedarÃa arriba mientras yo te lo proponÃa.No sabÃa que habÃa venido acompañado.No sabia…La cortó Jerry con unas palabras sin modulación:—Me va a obligar a darle un tiro en la patita para que se siente.Sin duda.Y de camino, igual para de hablar, ¿estamos de acuerdo?No veÃa al Susurro.La chica estaba parada entre los dos.Le oÃ:—Ahora no; ¿dónde está Dan?El musculoso rubito dijo:—En el suelo del cuarto de baño.Tuve que darle un escarmiento.Dinah se colocó frente a Thaler.Las costuras de las medias dibujaban eses en las pantorrillas.Dijo:—Max, eres un sucio…El susurró con calma:—Calla y apártate.Ella me sorprendió por ambos hechos y estuvo en silencio mientras Max hablaba:—Asà que Noonan y tú queréis hacerme apechugar con la muerte de su hermano, ¿no es cierto?—No hay que obligarte a llevarla encima.Es tuya.El me sonrió a través de sus labios, apretados a manera de dos finas lÃneas, y dijo:—Sois igual de canallas el uno y el otro.Repuse:—Tú sabes que no.Cuando querÃa liarte con acusaciones falsas yo te ayudé.Pero ahora no miento.Dinah perdió la calma y, agitando los brazos como aspas de molino, gritó furiosa desde el centro de la habitación:—¡Fuera todo el mundo de aquÃ! Yo no tengo que ver con vuestros asuntos.¡Fuera!El rubito que le pegó a Rolff pasó al lado de Jerry y entró en la habitación al tiempo que sonreÃa mostrando los dientes.Inmovilizo uno de los brazos de la chica y se lo puso a la espalda.Ella se dio la vuelta y le golpeó el abdomen con el puño del otro brazo.Fue un puñetazo con todas las de la ley, como el de un hombre.El rubio tuvo que soltarla y retroceder.El muchacho respiró hondo, cortó el aire con una porra de cuero que tenÃa colgada en la cintura y volvió a avanzar.Jerry se rió, cosa que hacÃa desaparecer su mÃnima barbilla.—¡Déjala! — susurró sin fuerza Thaler.El muchacho no le hizo caso.MugÃa descontrolado frente a la mujer.Dinah se mantenÃa en guardia con la cara endurecida como un dólar de plata.Se apoyaba casi totalmente en el pie izquierdo.Imaginé que cuando el rubio se acercara recibirÃa una patada.El rubito amenazó con la mano izquierda libre y lanzó un buen golpe de porra a la cara de la chica.—¡Déjala! — insistió Thaler y disparó.La bala alcanzó al rubito justo debajo del ojo izquierdo, lo que le obligó a dar un giro para caer de espaldas en brazos de Dinah.Pensé que habÃa sonado la hora.Ahora o nunca.Con el tumulto, yo habÃa podido llevar la mano a la cintura.Desenfundé la pistola y disparé al hombro de Thaler.Erré el tiro.Si hubiera querido dar en el blanco, no habrÃa fallado.La risa no cegó a Jerry, el del mentón oculto.HabÃa disparado antes que yo, viniendo a darme en la muñeca, lo que desvió el tiro.Afortunadamente mi bala errada del cuerpo de Thaler, alcanzó y tiró al suelo al hombre que tenÃa detrás.Como no sabÃa si mi lesión era grave, cambié de mano la pistola.Jerry volvió a intentarlo.Pero la chica aguó su propósito echándole encima el cadáver.La amarilla cabeza exangüe le alcanzó las rodillas.Me abalancé sobre él antes de que recuperara el equilibrio.Gracias al salto, salà de la trayectoria de la bala que disparó Thaler.Fui dando tumbos al vestÃbulo, sin soltar a Jerry.Jerry no era un hueso muy duro, pero tenia que actuar con rapidez para librarme de Thaler, que estaba detrás mÃo.Le propiné dos puñetazos, una patada y al menos dos cabezazos, y antes de tener que morderle en alguna parte se desmoronó.Le di un puñetazo en la invisible barbilla por si estaba representando, y fui a gatas un trecho para apartarme de la puerta
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