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.Logré que John me volviese a prestar atención y le mostré cómo tirar de la anilla de apertura del paracaÃdas piloto.El piloto es un paracaÃdas pequeño que captura la fuerza del viento y jala el resto de la tela, hasta sacar todo el paracaÃdas.El piloto del tipo que llevábamos se activaba con un muelle: se tiraba de la anilla y salÃa disparado, capturaba el viento y desplegaba el resto.Comprobé la manga de viento que habÃa al otro lado del aeródromo.PodÃamos saltar.Miré al suelo.HabÃa demasiados, pero parecÃa que la mayorÃa ya se habÃa metido en la torre.Tiré de la anilla y me mantuve en el borde, para no caer antes de que todo el paracaÃdas se desplegase.El viento lleno el paracaÃdas principal y me alzó por los aires literalmente.Vi cómo la escotilla se abrÃa del todo y oà el estruendo al golpear contra el tejado cuando cayó a un lado.John estaba justo detrás de mÃ.Las criaturas del balcón vieron cómo John y yo saltábamos y empezaron a gritar.Alcé la mirada cuando sus manos, estiradas hasta el lÃmite, se alargaban para intentar agarrar la tela del paracaÃdas.A cada pocos metros habÃa ventanas que daban a la escalera.Maldición: estaban trepando unos encima de los otros para llegar arriba.Muchos iban vestidos con uniformes militares.Mis cálculos de que habÃa unos doscientos se habÃan quedado cortos: por la forma en que estaban apilados en la escalera, debÃa de ser casi un millar.Floté poco a poco hacia el suelo durante lo que me pareció una eternidad.Cada ventana ante la que pasábamos al descender era como una instantánea, un Picasso de rostros muertos, de extremidades entremezcladas.Volvà a la realidad al chocar contra el suelo.No fue un aterrizaje suave, pero no me rompà nada.Solté los amarres del paracaÃdas y di una voltereta para escapar de la tela.Desenfundé el cuchillo y esperé a que John aterrizase.Las criaturas se acercaban.Cuando John llegó al suelo, empezó a desembarazarse del paracaÃdas.Ninguno de los dos querÃa que el viento nos arrastrase hacia un grupo de aquellos monstruos.Tuve que ayudarle y rasgar el arnés de nailon con el cuchillo.Le pedà a John que agarrase uno de los extremos de la tela.Corrimos hacia un grupo de engendros que se interponÃan entre nosotros y el avión.John comprendió cuál era mi plan.Atrapamos al menos a diez criaturas en el paracaÃdas estropeado; los rodeamos y atamos el arnés rasgado con el paracaÃdas piloto.Por suerte, con nuestro salto desde el techo, nos habÃamos acercado cincuenta metros en dirección al avión.Corrimos todo lo rápido que pudimos.Con todo el movimiento, la perra resbaló de la mochila de John y cayó al suelo.John estaba delante de mÃ, por lo que pude recogerla al pasar.Estaba tan asustada que intentó treparme hasta la coronilla.No la culpo, joder.Sentà la orina caliente que me caÃa por el traje.Se habÃa meado encima.Llegamos hasta el avión, abrà la mampara de la cabina y lancé todas mis cosas en el asiento trasero.John y Annabelle saltaron en la parte de atrás y le recomendé a John que se pusiese el cinturón.Salté al asiento del piloto, cerré la cabina y pasé el cierre.Recordé la secuencia de arranque de la lista de comprobación, y por costumbre, empecé a recitarla en voz alta mientras llevaba a cabo la secuencia.1.-Encender el reloj.2.-Interruptor de arranque.3.-BaterÃas por encima de los diez voltios.4.-Luz de ignición encendida.5.-Luz de la presión del combustible apagada.6.-Presión del aceite aumentando.7.-NI sobre el 12%.8.-Palanca de condición a posición paralela.9.-Indicar que todo va bien al señalizador.Casi me reà al recordar este paso.No habÃa ningún señalizador, aunque estaba seguro que el muy cabrón estaba allà fuera, en alguna parte, buscándonos.Coloqué la palanca de condición a máxima potencia y sentà como el propulsor agarraba aire.De ninguna manera podrÃa haber evitado lo que sucedió a continuación.HabÃa cincuenta de ellos acercándose a nosotros.Lo único que podÃa hacer era colocarme en posición de despegue.Uno, que estaba cerca del morro, se acerco a la hélice.Siempre me habÃa preguntado cómo sonarÃa, pero ahora ya lo sabÃa: era como un triturador de verduras.El cadáver perdió todo el hombro izquierdo.Comprobé las revoluciones de la hélice; habÃan bajado un poco pero volvÃan a aumentar hasta estabilizarse en 2.200 rpm.No querÃa golpear a ninguno más.Pulsé los pedales, alejé el morro de los cadáveres e hice rodar el aparato hasta colocarlo en posición de despegue.Llegué a rozar a algunos más, pero nada tan bestia como el primero.Comprobé la presión del combustible, perfecta, todo estaba en verde, empujé la palanca de energÃa al máximo e inicié el rodaje de despegue.50 nudos.El indicador de velocidad se puso en marcha, 65 nudos.70 nudos.Uno se quedó pegado en el ala izquierda, pero la cadera se le quebró, por fin, antes de alcanzar los 80 nudos.Al llegar a los 85, tiré de la palanca hacia mÃ: ya estábamos en el aire.John se habÃa puesto el casco; yo cogà el mÃo, lo llevaba sobre el regazo, y me lo puse.Comprobé con John el funcionamiento del sistema de comunicaciones interno.Me recibÃa, pero por la forma en que hablaba era evidente que en estado de shock.Además, por el retrovisor veÃa que tenÃa los labios morados.Lo peor de todo era que no tenÃamos ningún lugar al que ir.Mientras nos elevábamos, volvà la vista hacia la torre.El techo estaba lleno de no muertos, y caÃan por el borde como si fuesen lemmings.Yo intentaba pilotar el avión y consultar la carta de navegación al mismo tiempo.Avanzaba a bandazos, y por los auriculares del casco oÃa cómo John vomitaba.Era un sonido divertido, pero no querÃa burlarme de él.Encontré un aeródromo abandonado llamado «Isla Matagorda» a unos ciento cincuenta kilómetros al noreste de nuestra posición.Lo marqué en la carta con un bolÃgrafo rojo.ParecÃa que habÃa muchas islas alrededor, y no estaba muy alejada de Corpus, por lo que seguramente la energÃa eléctrica seguirÃa funcionando.Volamos al noreste durante unos veinte minutos a 180 nudos cuando empecé a tener problemas de propulsión.El motor funcionaba correctamente, pero la hélice estaba perdiendo su ángulo de incidencia, por lo que no agarraba el aire necesario.En poco tiempo, empezó a colocarse en paralelo a mÃ.Estaba convencido que el problema lo habÃa provocado el cadáver que habÃamos triturado.No tenÃa elección.TenÃa que hacer que el avión planeara, ya que el aceite del control de ángulos de la hélice debÃa de estar perdiendo presión.Coloqué la hélice en paralelo con ayuda de la palanca y reduje el motor a trescientas libras-pies de torque.Según la carta de navegación, deberÃa ver la pista de aterrizaje, pero todavÃa no la veÃa.Descendà a 900 metros para poder planear correctamente.Lo que tenÃa ante mÃ, por debajo de mÃ, parecÃa una zona turÃstica, con un montón de hoteles en primera lÃnea de mar
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