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.Soy viejo pero no tonto.¿Qué quieren saber?Infante carraspeó, cogido por sorpresa.Intentó sin mucha fortuna recobrar el tono neutro que había empleado hasta el momento y, armándose de valor, preguntó:—Al maquis que llamaban La Pastora, ¿llegó a conocerlo?El hombre hundió la mirada en el suelo.Dio un suspiro profundo.Rellenó los vasos y los observó con sus ojos azules ligeramente fruncidos:—Ya no hablamos entonces de otros tiempos, que ésa está viva aún.—¿Cree que lo está?—Por muerta no la han dado.—¿Usted sabe dónde se esconde?Lanzó una carcajada cínica que los dejó en suspenso.—¿Ustedes qué son, espías de Franco o algo así?—Le juro que no, tío Tomás.El doctor estudia la mente de las personas y se interesa por esa mujer, justamente le gustaría saber si es mujer u hombre en realidad, que no parece muy claro; pero no tenemos nada que ver con la política.Enséñele su carnet de médico, Lucien.Nourissier obedeció, sacó su billetero y puso el documento en la mano curtida del campesino.Éste estuvo mirando un buen rato el papel.Por fin dijo:—Casi se me ha olvidado leer, después de tantos años; pero da igual, de todas maneras no tengo ni idea de dónde puede estar La Pastora.Lo que sé de ella es lo mismo que sabe todo el mundo.Que se llamaba Teresa Pla Meseguer pero que la gente la llamaba Teresot porque desde pequeña tenía la fuerza y las hechuras de un hombre.Que ahora debe de andar por los cuarenta años, que llevaba faldas y vestidos como una mujer y que así estaba inscrita en el registro civil de Vallibona, donde nació.Poco más.Ahora por la radio la llaman «el Terror del monte Caro», pero aquí todos la llamábamos Teresot.—¿La conoció?—Alguna vez la vi, pero no me fijé demasiado.Era una joven que cuidaba las ovejas y ya está.Luego he oído cosas.Dicen que era muy trabajadora, que se llevaba bien con los críos de los mases donde iba a cuidar el rebaño, que reconocía a sus propias ovejas entre mil, que tenía la fuerza de un toro, cosas.Pero no sé si al doctor le interesará nada de eso.Nadie podrá decirle si era hombre o mujer.La gente dice que cuando estaba en el maquis iba vestida de hombre, pero a lo mejor se quitó los vestidos para que la dejaran entrar en la organización.—¿Sabe cómo desapareció?—Lo sabe todo el mundo.Ella y otro maquis al que llamaban Francisco asaltaron la casa de los Nomen en el Regués.Allí resultó muerto Francisco y a ella se le perdió el rastro.Nadie la ha visto más.Quedó en silencio.Sirvió aguardiente por tercera vez.Nourissier hizo un gesto leve de negación, pero su anfitrión no le hizo caso.—Beba, doctor, que de algo hemos de morir.Apuraron el vaso y cuando creían que el tío Tomás iba a invitarlos a marcharse, añadió con aire de misterio:—Francisco había nacido en Castellote, un pueblo que ya queda a trasmano de aquí.Su padre y su abuelo eran sospechosos de tener ideas rojas, así que la Guardia Civil iba de vez en cuando a su masía y les pegaban palizas, palizas de dejarlos medio muertos.Hasta que no pudieron aguantar más y se echaron al monte.Luego el hijo también se fue con el maquis.Se quedaron las mujeres solas, pero a ellas también les daban leña.Los somatenes les quemaron la casa.Añora creo que sobreviven como pueden, o sea, mal.Yo de ustedes.Dejó la frase en el aire.Infante y Nourissier se miraron en una ráfaga.—Si usted fuera nosotros, ¿qué haría? —instó el periodista al viejo.—Sólo esas mujeres pueden saber dónde está escondida La Pastora, sólo ellas.Como iba de compinche con Francisco ellas debieron de verla alguna vez, pero con todos los palos que les han dado dudo mucho que quieran contárselo a ustedes.—¿Sabe cómo podemos llegar hasta ellas?—No.Y ahora es mejor que se vayan porque todo lo que digamos va a ser repetición.Yo ya he hablado todo lo que tenía que hablar.Se puso en pie.Siguieron sus pasos hasta la salida.La luz exterior reveló las profundas arrugas de su cara.Cuando estaba dándoles la mano como despedida, miró a Nourissier centrándose en sus ojos:—Quiero decirle algo antes de que se marchen.Yo soy un viejo ignorante y usted es un médico famoso, pero le voy a dar un consejo y usted puede hacer con él lo que quiera: vuélvase a su tierra, doctor.Estos pueblos aún huelen a sangre y están llenos de mala baba.¿Qué más le da saber si La Pastora era hombre o mujer?, ¿qué va a adelantar imaginándose lo que guardaba en su cabeza?—Comprender el sufrimiento de un solo ser humano ayuda a todos los demás.El hombre elevó ambas manos en un gesto de inhibición.Sonrió con tristeza.—Esa bandolera no sufría, sólo hacía que sufrieran los que la tuvieron delante, Pero usted verá lo que hace.Giró sobre sus talones y desapareció en el interior de la umbría casa.Tras caminar unos metros, volvieron a oír el coro enfurecido de los perros, que montaban guardia de nuevo en torno a su amo.Durante la cena ninguno de los dos parecía muy dispuesto a conversar.Tampoco era aconsejable tratar el tema que ambos tenían en mente puesto que la patrona hacía frecuentes incursiones hasta su mesa para atenderlos.A Infante se le adivinaba meditabundo, a Nourissier, apesadumbrado.—No he conseguido poner una conferencia a París —dijo.—La comunicación telefónica no es muy buena por aquí.Le recomiendo el correo postal, funciona mucho mejor [ Pobierz całość w formacie PDF ]