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.Antes pensaba que había sido una gran pérdida de tiempo, pero ahora estoy confusa.¿Conoció usted a Laurence?—Lo vi un par de veces —dije—, pero sólo de refilón.Adoptó una expresión irónica.—Era encantador cuando se lo proponía, pero en el fondo era un hijo de mala madre.Kathy alzó los ojos para mirar a Gwen y sonrió.Gwen se echó a reír.—Estas dos me lo han oído contar cientos de veces —dijo a modo de explicación—.Ninguna de las dos se ha casado nunca, así que suelo hacer de abogado del diablo.Bueno, yo era entonces la esposa obediente e interpretaba el papel con una dedicación que muy pocas habrían igualado.Preparaba comidas exquisitas.Me encargaba de las compras, de los invitados.Limpiaba la casa.Me ocupaba de la educación de los niños.No digo que fuera una mujer excepcional, sólo que me lo tomaba muy en serio.Iba a la peluquería cada dos por tres, no llevaba ni una sola horquilla fuera de lugar.Y tenía un montón de vestidos de esos que sólo se llevan unas horas, como si fuera una muñeca Barbie.—Se interrumpió para reírse de la imagen que presentaba de sí misma e hizo como si tirase de un cordel que le saliese del cuello—: Hola, soy Gwen.Soy una buena esposa —dijo con una entonación nasal, propia de los loros.Había ternura en sus ademanes, como si hubiera sido ella y no Laurence quien hubiese muerto y los amigos la recordasen con cariño.Unas veces me miraba y otras se dedicaba a peinar y esquilar al perro que tenía delante, en la mesa, pero en cualquier caso sus modales respiraban cordialidad y no tenían nada que ver con la persona amargada y retraída que yo había imaginado.—Cuando terminó todo, me puse muy furiosa, no tanto con él cuanto conmigo misma, por haberlo aceptado desde el comienzo, por haberme metido en la historia.Pero ojo, no me engaño.Entonces me gustaba, era lo que yo quería, pero paralelamente ya estaba en marcha un proceso de mutilación sensorial y cuando nuestro matrimonio se fue a pique, me encontré totalmente desnuda y sin recursos para afrontar el mundo real.Él administraba el dinero.Él controlaba todos los resortes.Él tomaba las decisiones importantes, en particular las relativas a los niños.Yo los bañaba, los vestía y les daba de comer, pero él se encargaba de su futuro y encauzaba su vida.Yo no me daba cuenta entonces porque sólo me preocupaba de complacerle, lo cual no era fácil, pero ahora, cuando miro atrás, pienso que fue una mierda.Me miró para comprobar si me impresionaba su lenguaje, pero me limité a sonreírle.—En fin, soy como todas las mujeres que se casaron en aquella época.Todas supercabreadas porque pensamos que se nos estafó.—Dijo usted que ahora lo lleva con más serenidad —dije—.¿Cómo lo consiguió?—Con seis mil dólares de terapia —dijo con sencillez.Sonreí.—¿Por qué se fue a pique su matrimonio?Las mejillas se le colorearon un poco, pero su expresión siguió siendo de franqueza.—Si de veras le interesa, podríamos abordar ese punto después.—Claro, por supuesto que sí —dije—.No quería interrumpirla.—Bueno.No fue del todo culpa suya —dijo—.Pero tampoco totalmente mía y lo del divorcio me sentó como un mazazo.En realidad me dejó destrozada.—¿Cómo?—No hay tantas maneras.Yo estaba asustada y además era una ingenua.Quería perder de vista a Laurence a toda costa.Pero no a costa de los niños.Peleé por ellos con uñas y dientes, pero ¿qué quiere que le diga? Perdí.Aún no me he recuperado del todo de aquella experiencia.Quería preguntarle por los motivos de la guerra por la custodia, pero tenía la sensación de que era un tema delicado.Me pareció más oportuno olvidarme de él por el momento.Ya volvería a la carga si se me presentaba la oportunidad.—Pero los niños tuvieron que volver con usted a su muerte.Sobre todo estando en la cárcel la segunda mujer de Laurence.Gwen se aplastó una mecha de pelo gris con mano experta.—Creo que ya estaban en la universidad por entonces.Gregory se había matriculado aquel otoño y Diane lo hizo al año siguiente.Pero estaban muy confusos.Laurence les imponía una disciplina muy estricta.No es que yo le llevara la contraria, porque creo que los niños necesitan orden y firmeza, pero era muy dominante y de un modo totalmente cerebral, y trataba con agresividad a todos, en particular a los niños.Después de aguantar aquel régimen cinco años, los dos se volvieron retraídos y callados.Susceptibles, poco comunicativos.Por lo que sé, su relación con ellos se basaba en la agresión, en el monopolio de las responsabilidades, más o menos como había hecho conmigo.Yo los había estado viendo, como es lógico, un fin de semana sí y otro no, y también durante el verano.Ignoraba hasta dónde habían llegado las cosas.Su muerte fue como si encima les hubieran dado un mazazo.Estoy convencida de que los dos experimentaron sentimientos que nunca supieron aclarar.Diane se sometió a una terapia en seguida.Y Gregory va a no sé qué consultorio desde entonces, aunque no con regularidad.—Hizo una pausa—.Me siento como si la estuviera poniendo en antecedentes clínicos.—No, no, aprecio su franqueza —le dije—.¿Viven los chicos aquí en la ciudad también?—Greg vive al sur de Palm Springs [ Pobierz całość w formacie PDF ]