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.Era Jonah.Ni siquiera se molestó en identificarse.Sólo dijo:—He recibido contestación del Registro de Vehículos de Tallahassee.¿Quieres echarle un vistazo?—En seguida estoy ahí —dije, colgué y salí.Jonah me esperaba en el vestíbulo de Jefatura, cruzamos las puertas de seguridad y me condujo por el pasillo que lleva a Personas Desaparecidas.—¿Cómo es que te han respondido tan rápidamente? —pregunté.Me abrió la puerta para que pasara y entré en la zona de los calabozos, donde Jonah tenía el escritorio.Esbozó una ligera sonrisa.—Pues porque para asuntos así los policías somos mucho más eficaces que los detectives privados —dijo—.Tenemos acceso a cierta información que vosotros no podríais ni oler.—¡Oye, fui yo quien envió la solicitud! Es información pública.No la puedo conseguir tan aprisa como tú, pero iba por buen camino y tú lo sabes.—No te acalores —dijo—.Era una broma.—Muy original.Enséñamelo —dije, alargándole la mano.Me dio un dibujo hecho con ordenador, una reproducción electrónica de un permiso de conducir extendido en enero a nombre de Elaine Boldt, domiciliada en la comunidad de propietarios de Florida.Contemplé la foto de la mujer que me devolvía la mirada y lancé un «¡ah!» imprevisto e involuntario.Conocía aquella cara.Era Pat Usher: los mismos ojos verdes, el mismo pelo cobrizo.Había algunas diferencias palpables.Yo la había visto después de sufrir un accidente de tráfico, cuando aún tenía la cara hinchada y con moraduras.El parecido, sin embargo, era manifiesto.Por San Dios que lo era.—Ya la tengo —dije—.¡Ya la tengo, yu-juuuuu!—¿A quién?—Pues no lo sé aún.Ella dice que se llama Pat Usher, pero sin duda es un nombre falso.Apuesto lo que quieras a que Elaine Boldt está muerta.Pat tenía que saberlo, de lo contrario no habría tenido ovarios para solicitar un permiso de conducir a nombre de Elaine Boldt.Ha vivido en el piso de ésta desde que desapareció.Ha utilizado sus tarjetas de crédito y probablemente ha metido mano en alguna cuenta corriente.Mierda.¿Podemos pedir información a los archivos centrales de la Dirección General de la Policía? Este organismo podía suministrarnos información sobre Pat Usher en cuestión de segundos.—El ordenador acaba de ser desconectado.Acabo de comprobarlo.Me sorprende que no lo pensaras antes.—Antes no tenía los datos exactos.Contaba con un nombre, pero no con información numérica.Ahora sé la fecha de nacimiento.¿Puedo hacer una fotocopia?—Quédatelo —dijo con dulzura—.Yo ya tengo una fotocopia para mis ficheros.¿Por qué crees que la fecha de nacimiento es auténtica?—Es sólo una corazonada.Aun en el caso de que el nombre sea falso, lo lógico es que utilizara la fecha de nacimiento auténtica.Ha tenido que inventarse un montón de cosas, ¿para qué complicarse la vida y falsear también esto? Es muy lista.No creo que haya tomado más precauciones de las necesarias.—Inspeccioné la reproducción acercándola a la luz—.Mira esto.Han puesto una cruz en la casilla que dice «lentes de corrección».Asombroso.Tiene que llevar gafas para conducir.Qué fuerte, ¿no? Fíjate en la información que tenemos ya.Estatura, peso.Bueno, parece cansada en la foto.Y mira lo gorda que está.Fíjate en las bolsas que tiene debajo de los ojos.Habrías tenido que oírla cuando hablé con ella en Florida.Es de un creído.Se había sentado en el borde de la mesa y me sonreía, al parecer porque le hacía gracia mi emoción.—Bueno, me alegro de haberte sido útil —dijo—.Voy a estar fuera de la ciudad un par de días y ha sido una suerte que esto haya llegado a tiempo.Me fijé en su expresión por primera vez.Había algo de rigidez en su sonrisa y un poco de preocupación en su actitud.—¿Vas a tomarte unas vacaciones? —le pregunté.—Sí, más o menos.Camilla tiene problemas con una de las niñas y he pensado que es mejor ir personalmente.No es un gran plan, pero ya sabes cómo están las cosas.Mientras lo miraba me puse a interpretar lo que acababa de decir.Camilla había chascado los dedos y él perdía el culo por verla.Las niñas, y un jamón.—¿Qué ocurre? —dije.Hizo un gesto vago y me contó una historia inacabable sobre mojar la cama, pesadillas, consultas a un psiquiatra infantil que había recomendado una sesión con toda la familia.Yo decía ajá, ajá, sin entender siquiera a cuál de las niñas se refería.Hasta había olvidado sus nombres [ Pobierz całość w formacie PDF ]