[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.La mano no se parecía mucho a una mano humana, pero no había duda de que era por lo menos tan útil como ésta., o lo sería; de momento los dedos se retorcían en extraños movimientos.Lummox le dejó que la examinase, aunque él no parecía especialmente interesado en lo que había brotado de su cuerpo; se comportaba como si aquello le sucediese todos los días después de desayunar.Johnnie le dijo:—Déjame echar una mirada al otro bulto —y dio la vuelta en torno a Lummox.El tumor del lado derecho aún estaba más hinchado.Cuando John Thomas lo tocó, Lummox se encogió e hizo el gesto de alejarse, como si se propusiese ir a frotarse otra vez contra el árbol.—¡Espera! —le gritó Johnnie—.Estate quieto.—Tengo que rascarme.—Podrías estropearte para toda la vida.No te muevas; voy a probar una cosa.Lummox obedeció algo ceñudo; Johnnie empuñó su cuchillo de monte y pinchó delicadamente el centro del tumor.El bulto se rasgó y el brazo derecho de Lummox brotó casi en las narices de Johnnie.Se apartó de un salto.—¡Gracias, Johnnie!—De nada, hombre, de nada.Envainó el cuchillo y contempló con semblante pensativo los brazos recién nacidos.No podía figurarse todas las consecuencias que tendría la inesperada adquisición de brazos de Lummox.Pero sí comprendía que cambiaría muchas cosas, aunque no sabía de qué manera.Tal vez Lummox no necesitaría tantos cuidados después de esto.Por otra parte, habría que vigilarle constantemente, para que no tocase cosas que no debía.Recordó con inquietud haber oído decir una vez que era una verdadera suerte que los gatos no tuviesen manos; bien, Lummie era diez veces más curioso que un gato.Pero inconscientemente comprendía que aquello eran aspectos secundarios de la cuestión; lo importante era el hecho en sí.De todos modos, decidió con sorda cólera, eso no cambiaría una cuestión: el jefe Dreiser no podría intentar nada contra él por segunda vez.Escudriñó el cielo a través de las ramas, y se preguntó si podrían verlos.—Lum.—¿Dime, Johnnie?—Recoge tus patas.Ha llegado el momento de representar el papel de peñasco.—Oh, vamos a dar un paseo, Johnnie.—Iremos a pasear esta noche.Pero hasta que oscurezca, quiero que te estés quietecito y sin moverte.—¡Oh, Johnnie!—Mira, ¿quieres volver hoy mismo a la ciudad? ¿Verdad que no? Muy bien; pues entonces, no discutamos más.—Bueno, como tú quieras.Lummox se acurrucó en el suelo lo mejor que pudo.John Thomas se sentó apoyándose en él, y empezó a meditar.Tal vez él y Lummie podrían encontrar algún medio de ganarse la vida., en un carnaval o algo parecido.Los seres extraterrestres eran muy apreciados en los carnavales; no podían pasarse sin ellos —aunque más de la mitad fuesen falsos—, y Lummox no era una falsificación.Probablemente podría aprender a hacer juegos de manos, a tocar algún instrumento.Quizás un circo sería lo mejor.No, eso a Lummie no le gustaría; las muchedumbres le ponían nervioso.¿Qué podían hacer para ganarse la vida? Después de que aquel enojoso asunto con las autoridades hubiese quedado resuelto y zanjado definitivamente, desde luego.¿Una granja, quizá? Lummie sería mejor que un tractor, y con sus manos podría ser también mano de obra.Tal vez era ésa la solución, aunque nunca había pensado en ser granjero.Se imaginó a él y a Lummox cultivando grandes campos de trigo, de heno, de verduras y.Sumido en estos pensamientos, se quedó dormido.Le despertó un crujido y supo vagamente que ya había oído varios en sueños.Abrió los ojos, miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba tendido junto a Lummox.La criatura no se había movido de allí, pero agitaba los brazos.Uno de ellos pasó junto a la cabeza de Lummox, algo cruzó los aires y se oyó otro crujido., y un pequeño chopo situado a cierta distancia cayó de pronto al suelo.Junto a él se veían tendidos otros.John Thomas se puso trabajosamente en pie.—¡Eh, deja de hacer eso!Lummox se detuvo.—¿Qué pasa, Johnnie? —preguntó con voz dolida.Frente a él había un montón de piedras, y en aquel momento se disponía a coger una.—No tires piedras a los árboles.—Pero si tú también lo haces, Johnnie.—Sí, pero yo no los derribo.Está bien que comas árboles, pero no los estropees sin necesidad.—Me los comeré.Iba a hacerlo.—Bueno, de acuerdo.—Johnnie miró a su alrededor; dentro de pocos minutos ya no habría peligro, pues estaría oscuro del todo—.Anda, ve a buscarlos y cómetelos para cenar.Oye, espera un momento.Examinó los brazos de Lummox.Tenían el mismo color que el resto de su cuerpo, y empezaban a volverse duros como una coraza [ Pobierz całość w formacie PDF ]