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.A Josep le caía bien Eduardo Montroig y quería tratarlo con respeto.Esa tarde se acercó a la viña de Eduardo y le dijo claramente y con tranquilidad que él y Maria del Mar habían ido a ver al cura y habían planificado su boda.A Eduardo lo traicionó una brevísima mueca, pero luego se acarició el largo mentón y permitió que una extraña sonrisa aportara calidez a su rostro llano.–Será una buena esposa.Os deseo buena suerte a los dos -dijo.Josep sólo contó la novedad a otra persona, Nivaldo, que brindó con él por las buenas noticias.Su amigo estaba encantado.52Una competición en SitgesEl primer domingo después de la Semana Santa, Josep y Marimar se sentaron en la iglesia con Francesc entre los dos y escucharon al padre Pío.–Doy por leídas las amonestaciones entre Josep Álvarez, miembro de esta parroquia, y Maria del Mar Orriols, viuda y asimismo miembro de la parroquia.Si alguien sabe de algún impedimento para que estas dos personas sean unidas en sagrado matrimonio, que hable ahora.»Lo pregunto por primera vez.Había publicado las amonestaciones en la puerta de la iglesia y las iba a leer de nuevo los dos domingos siguientes, tras lo cual quedarían comprometidos formalmente.Después del servicio, mientras el sacerdote permanecía a la puerta de la iglesia para saludar a los feligreses, con Francesc sentado en el banco de delante de la tienda de comestibles para comerse una salchicha, Josep y Marimar se sentaron en la plaza y recibieron buenos deseos, abrazos y besos de los demás aldeanos.Josep se entregó a una dosis regular de trabajo para llenar su vida durante los largos e impacientes días de compromiso.Terminó el trabajo en las vides y regresó a la bodega, donde completó tres cuartas partes de la pared de piedras antes del primero de abril, día de la competición de castellers.Había merodeado por los mercados para encontrar otras treinta botellas vacías de vino.Una vez limpias, llenas de vino oscuro y etiquetadas, las tenía envueltas en papeles de periódico y guardadas entre mantas en la parte trasera del carro, donde compartían espacio con Francesc.Marimar se sentó junto a él para acudir al mercado de Sitges.Era el mismo viaje que Josep había hecho en otra ocasión con el niño, pero había diferencias notorias.Al llegar al pinar, Josep frenó a la mula, pero esta vez se llevó a Francesc hasta los árboles para poder orinar en privado.Cuando regresaron al carro le tocó a Marimar visitar el refugio de la intimidad de los pinos.El viaje fue agradable.Marimar le aportaba una buena y tranquila compañía, con espíritu festivo.De alguna manera, su actitud hacía que Josep se sintiera como si ya perteneciera a una familia, y ese papel le deleitaba.Cuando llegaron a Sitges, guió a Orejuda directamente al puesto cercano a la caseta de comidas de los hermanos Fuxá, que lo saludaron cálidamente, aunque con joviales descripciones de cómo pensaban aniquilar a los castellers de Santa Eulalia en la inminente competición.–Te estábamos esperando -dijo Frederic-, porque hemos consumido el vino durante las fiestas.Cada uno de ellos le compró dos botellas casi sin darle tiempo a situar su carromato, y esta vez no tuvo que esperar demasiado a que llegaran otros clientes, pues varios vendedores se acercaron a comprar su vino y atrajeron a un pequeño grupo de clientes.Maria del Mar ayudó a Josep a vender, tarea que cumplía con naturalidad, como si hubiera pasado la vida entera vendiendo desde un carromato.Mucha gente de Santa Eulalia había acudido al mercado.Por supuesto, una gran cantidad de aldeanos eran miembros del grupo de castellers, o formaban parte de la piña y los bajos, de la multitud que aguantaba los dos niveles inferiores de los castillos.La mayor parte de los vecinos de Josep habían acudido a presenciar la competición, o incluso a participar en ella, y se acercaron a ver cómo vendía el vino hecho en su pueblo.Tenía algunos conocidos en Sitges que habían acudido para apoyar a sus castellers, y algunos se acercaron al carromato para saludarlo y que les presentara a Maria del Mar y Francesc.Juliana Lozano y su marido le compraron una botella y Emilio Rivera se llevó tres.Josep vendió la última botella de vino bastante antes de que todos los puestos quedaran cerrados durante una hora para la competición de castellers.Él, Marimar y Francesc se sentaron al borde de la zona de carga del carromato y se comieron el guiso de pescado de los Fuxá mientras contemplaban cómo los hermanos se ayudaban mutuamente a ponerse la faja.Después de comer, Marimar sostuvo un extremo de la faja y Josep dio una vuelta tras otra hasta envolverse en un soporte tan apretado que apenas le dejaba espacio para respirar.Mientras se abrían paso entre la muchedumbre, los músicos de Sitges empezaron a tocar y Francesc se cogió de la mano de Josep.Enseguida sonó una melodía quejumbrosa para convocar la base del castillo de Sitges y, en cuanto estuvo montado, los escaladores empezaron a subir.Josep vio enseguida que Eduardo había acertado con sus previsiones sobre cómo se desarrollaría la competición [ Pobierz całość w formacie PDF ]